Mueve a reflexión, entre otras cosas importantes, observar la reacción de segmentos infantiles, adolescentes, jóvenes y adultos que presumen estar en plena salud, ante el clima intensamente frío en los presentes días de principios de año. Andan muy campantes, aligerados de ropa, así sean de género masculino o femenino, por las calles, seguros de sí mismos.
Tal comportamiento en mención remite a un sinfín de expresiones sobre el particular, ajeno a simple crítica, aliada a quizás avivar el derecho que asiste a hacer todo lo que les viene en gana.
En resumen, comprendemos resulta en vano tal manera de opinar. Quienes optan por sí y ante sí decidir aquello que les conviene, nadie va a prohibirles.
Mi punto de vista obedece a recalcar en torno a tan delicado asunto, ese hecho de exponerse a la pérdida de la salud por complicaciones derivadas de trastornos del sistema respiratorio, además a complicaciones broncopulmonares. Es un desafío llevado a cabo talvez inconsciente o fortuito; un descuido a lo mejor de padres de familia, olvido, qué se yo.
No está de más el subrayamiento generado por autoridades salubristas, o entidades de servicio social. Sobre tan riesgosa coyuntura, escuchamos, oímos y leemos acerca de la recomendación de abrigar bien a niños, niñas y personas bajo la denominación de adultos mayores, a través de los medios de comunicación social en forma reiterada, tenaz y favorable.
Ante el terremoto que asoló la región suroccidental del país, con efectos calamitosos en San Marcos, Quetzaltenango, Sololá y Quiché, el desconsuelo de pérdidas de vidas humanas y materiales afloró. Pero la ayuda oportuna se hizo evidente. Conmueve sobremanera las imágenes de connacionales ateridos de frío, hambre y sed, acogidos en los albergues pronto.
Vemos en ese orden de ideas la magnitud de fenómenos naturales que a menudo se ciernen con tenacidad en nuestro país. Imposible resulta cualquier: opinión en el sentido de dejar en claro cómo también esos designios son inexplicables, el pensamiento no encaja en dirección de contradecir los mismos. Calma escuchamos aconsejar; empero no es fácil tenerla.
La onda fría que denota ser de la temporalidad propicia epocal da inicio, de consiguiente aun los meses de enero y febrero tienen igual característica. Aunque la moda señale modelos a seguir por esclavitud, ponen en riesgo, repito, la salud. Después sobrevienen las lamentaciones tardías, responsables de afectar a personas descuidadas y en onda molesta.
Cada quien tiene derecho de hacer de su capa un sayo, dice antiguo refrán.
Empero no así de correr riesgos innecesarios, únicamente por dictados de la moda, semejante a caminar por la senda de una cultura exógena, capaz de marcar a regiones más allá de nuestras fronteras, tan depredadas desde tiempo atrás, según lo testimonian ojos ajenos. Reconsideren.