¡Qué frío ni que ocho cuartos!


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Mueve a reflexión, entre otras cosas importantes, observar la reacción de segmentos infantiles, adolescentes, jóvenes y adultos que presumen estar en plena salud, ante el clima intensamente frío en los presentes días de principios de año. Andan muy campantes, aligerados de ropa, así sean de género masculino o femenino, por las calles, seguros de sí mismos.

Tal comportamiento en mención remite a un sinfín de expresiones sobre el particular,  ajeno a simple crítica,  aliada a quizás avivar el derecho que asiste a hacer  todo  lo  que les  viene en gana.

Juan de Dios Rojas


   En resumen,   comprendemos resulta en vano  tal manera de opinar.   Quienes optan por  sí  y ante  sí decidir  aquello  que les conviene,  nadie va a prohibirles.
Mi punto  de vista obedece a recalcar  en torno  a tan delicado  asunto, ese hecho  de exponerse a la pérdida de la  salud por  complicaciones derivadas de trastornos del  sistema respiratorio,  además a complicaciones broncopulmonares.  Es un desafío llevado a cabo talvez inconsciente o fortuito;  un descuido a lo mejor de padres de familia,  olvido,  qué se yo.
No está de más el  subrayamiento  generado por  autoridades  salubristas,  o entidades de servicio social.  Sobre tan riesgosa coyuntura,  escuchamos, oímos y leemos acerca de la recomendación de abrigar bien a niños,  niñas y personas bajo la denominación de adultos mayores,   a través de los medios de comunicación social  en  forma reiterada,   tenaz y favorable.
Ante el terremoto que asoló la región suroccidental del país,  con efectos calamitosos  en  San Marcos, Quetzaltenango,   Sololá y Quiché, el desconsuelo de pérdidas de  vidas humanas y materiales afloró.   Pero  la ayuda oportuna se hizo  evidente.  Conmueve sobremanera las imágenes de connacionales ateridos de frío,  hambre y sed,  acogidos en los albergues pronto.
Vemos en ese orden de ideas la magnitud de fenómenos naturales que a menudo  se ciernen con  tenacidad  en nuestro país.   Imposible resulta cualquier: opinión en  el  sentido de dejar en claro cómo también esos designios son inexplicables,  el pensamiento no encaja en dirección de contradecir los mismos. Calma escuchamos aconsejar;  empero no  es fácil tenerla.
La onda fría que denota  ser  de la  temporalidad propicia epocal da inicio,  de consiguiente  aun los meses de  enero y febrero tienen igual característica. Aunque la moda señale modelos a seguir por esclavitud,  ponen en riesgo, repito, la salud.  Después sobrevienen las lamentaciones tardías, responsables de afectar a personas descuidadas y en onda molesta.
Cada quien tiene derecho  de hacer de su capa un sayo,   dice antiguo refrán.
Empero no así de correr riesgos innecesarios,  únicamente por dictados de la moda,   semejante a caminar por la senda de una cultura exógena,   capaz de marcar  a  regiones más allá de nuestras fronteras,  tan depredadas desde tiempo atrás,  según lo testimonian ojos ajenos. Reconsideren.