Malí, nuevo bastión de Al-Qaeda


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En cuevas profundas, bases remotas en el desierto y los acantilados del norte de Malí, combatientes islámicos están erigiendo defensas para proteger lo que puede ser considerado el nuevo país de Al-Qaeda.

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Por RUKMINI CALLIMACHI MOPTI / Agencia AP

Usan aplanadoras, buldózers y otras máquinas abandonadas por trabajadores de la construcción que huyeron de la zona y construyen lo que residentes y autoridades describen como una compleja red de túneles, trincheras, fosas y rampas. En una cueva lo suficientemente grande como para que pudieran entras camiones almacenaron 100 tambores de gasolina que les garantizan el abastecimiento en caso de una intervención extranjera, según expertos.

El norte de Malí es la extensión de territorio más grande en poder de Al-Qaeda y sus aliados. A medida que el mundo titubea y demora una intervención, los extremistas que asumieron el control de la zona en el 2012 se preparan para una guerra que pronostican será peor que la de Afganistán, donde un conflicto de una década sigue sin resolverse.

«Al-Qaeda jamás se apoderó de Afganistán», declaró el ex diplomático de las Naciones Unidas Robert Fowler, un canadiense secuestrado por Al-Qaeda, en cuyas manos estuvo retenido 130 días. «Ahora son dueños del norte de Malí».

Las filiales africanas de Al-Qaeda llevan años trabajando silenciosamente en los bosques y desiertos de Malí, un país de extrema pobreza acostumbrado a las hambrunas. En meses recientes han aprovechado la inestabilidad política del país para salir de sus escondites y aventurarse en ciudades y pueblos, asumiendo el control de grandes extensiones de terreno en las que acumulan armas, entrenan combatientes y se preparan para una yijad (guerra santa) global.

El detonante de esta ofensiva de combatientes islámicos fue un golpe militar de hace nueve meses. El derrocamiento de un gobierno elegido democráticamente a manos de oficiales de bajo rango acabó con la cúpula militar y generó un vacío de poder que despejó el camino para que distintos grupos rebeldes se apoderen de territorios.

Sin una estructura de comando que diese órdenes precisas, los soldados regulares abandonaron las ciudades del norte, entregándole básicamente a los rebeldes sus pertrechos militares y unos 620.000 kilómetros cuadrados (240.000 millas cuadradas) de territorio. Una extensión más grande que Francia.

Combatientes con turbantes controlan ahora las principales ciudades del norte y realizan amputaciones en las plazas, en represalias por delitos, igual que hacía el Talibán. Como ocurrió en Afganistán, están azotando a mujeres que no se cubren el rostro. Desde que tomaron el control de Timbuktu destruyeron siete de 16 mausoleos declarados patrimonio de la humanidad.

La zona bajo su control es mayormente desértica y poco poblada, pero varios analistas dicen que por su tamaño y la naturaleza del terreno, expulsarlos podría resultar más difícil que lo que fue sacar al Talibán de Afganistán. El ex presidente de Malí reconoció, según correos diplomáticos, que el gobierno no está en condiciones de patrullar una frontera que es dos veces la de México y Estados Unidos.

Las fuerzas de Al-Qaeda en el Maghreb Islámico operan no solo en Malí, sino en todo un corredor a lo largo del Sahel, una faja de 7.000 kilómetros (4.300 millas) que cruza toda África y abarca partes de Mauritania, Níger, Argel, Libia, Burkina Faso y Chad.

«Uno podría planificar una estrategia para combatirlos en el valle del Suat», expresó Peter Pham, asesor del comando estadounidense en África, aludiendo a la zona de Pakistán donde se había asentado el Talibán. «Pero no hay ninguna estrategia que pueda controlarlos en el Sahel, que va desde el océano Atlántico hasta el Mar Rojo».

En el 2012, 15 naciones del África Occidental, incluida Malí, acordaron retomar el control del norte. Las Naciones Unidas aprobaron en diciembre una intervención, pero bajo ciertas condiciones, como el entrenamiento de las fuerzas armadas de Malí, que han sido acusadas de graves abusos a los derechos humanos desde el golpe. Diplomáticos coinciden en que difícilmente la intervención se produzca antes de septiembre del 2013.

Mientras tanto, los combatientes islámicos se preparan, según funcionarios electos y residentes de Kidal, Timbuktu y Gao, incluidos jornaleros contratados por elementos leales a Al-Qaeda para sacar rocas y demás escombros de sus defensas. Los informantes hablan a condición de no ser identificados por temor a represalias de los islamistas.

La filial local de Al-Qaeda es uno de tres grupos islámicos presentes en al norte de Malí. Los otros son el Movimiento por la Unidad y la Yijad de Africa Occidental, o MUJAO, cuyos cuarteles están en Gao, y Ansar Dine, basado en Kidal. Los expertos coinciden en que los tres tienen muchas cosas en común y pueden ser considerados extensiones de Al-Qaeda.

Los combatientes islámicos se robaron el equipo de empresas de la construcción, indicó Elie Arama, quien trabaja para el Fondo de Desarrollo Europeo.

Los extremistas tiene dos bases, a entre 200 y 300 kilómetros al norte de Kidal, en un desierto rocoso, según funcionarios locales.

La primera es ocupada por combatientes de la zona en las colinas de Teghergharte, una región que algunos comparan con Tora Bora, en Afganistán.

«Los islamistas cavaron túneles, construyeron caminos, trajeron generadores y paneles solares, que les permiten tener electricidad», señaló el funcionario. «Viven en las rocas».

La segunda base está más al norte, cerca de Boghassa, y alberga a combatientes de Ansar Dine.

Además de armar defensas, los combatientes almacenan abastecimientos, dicen los expertos. Un residente local que tuvo acceso a una fortaleza cuenta que vio unos 100 barriles de gasolina en un gran salón, de acuerdo con Human Rigths Watch, la organización defensora de los derechos humanos con sede en Nueva York.

En Timbuktu los combatientes están cada día más afianzados, según el alcalde Ousmane Halle. Relató que en este año desaparecieron cuando Francia dispuso una intervención militar, pero regresaron luego de que las Naciones Unidas recomendaron más cautela.

«Al principio se los veía ansiosos», dijo Halle por teléfono. «Pero a medida que se demoraba la fecha (de la intervención), más refuerzos traían y más preparados estaban».

En la capital regional de Gao un joven le dijo a la Associated Press que a él y varios otros muchachos comandantes de Al-Qaeda les habían ofrecido 10.000 francos (unos 20 dólares) por día –una suma muy superior a un salario local– para limpiar escombros y cavar trincheras. Los jóvenes revelaron que vieron maquinaria pesada en un campamento islámico en una antigua base militar a siete kilómetros (4 millas) de Gao.

Los combatientes están apilando montañas de arena en carreteras de tierra para obligar a que los vehículos a usar las rutas pavimentadas, donde tienen numerosos puestos de control, expresó el muchacho. Además están modificando sus vehículos todoterreno para que pueden montar armas.

«En la parte trasera de los autos están montando caños», declaró, agregando que le daba la impresión de que eran lanzacohetes. «Se están preparando. Todo el mundo está asustado».

Un estudiante universitario de Gao confirmó haber visto vehículos adaptados para su uso en combate. Agregó que también vio hoyos profundos a los lados de las carreteras, posiblemente para dar protección a los combatientes que le disparan a los autos que pasan, y barreras de cemento con agujeros para que pueda asomar el cañón de las armas.

Los residentes de Gao dicen que ven con frecuencia a Moktar Belmoktar, el jefe de la célula de Al-Qaeda que tuvo cautivo a Fowler en el 2008. Belmoktar es un argelino que viajó a Afganistán en la década de 1980 y se entrenó en el campamento de Osama bin Laden en Jalalabad, de acuerdo con la Jamestown Foundation, una organización investigadora. Su segundo, Oumar Ould Hamaha, a quien Fowler identificó como uno de sus secuestradores, restó importancia a los túneles y cuevas, pero dijo que los combatientes están preparados.

«Consideramos que esta es nuestra tierra. Es un territorio islámico», manifestó en una entrevista telefónica desde un sitio desconocido. «En estos momentos nuestra operación se concentra en Malí. Si nos bombardean, vamos a responder en todos lados».

Se especula que los combatientes podrían contar con misiles tierra-aire que alguna vez pertenecieran a las fuerzas de Moamar Gadafi en Libia.

Muchos de los extremistas islámicos que operan en Malí serían argelinos que escaparon de su país en el 2003, tras el secuestro de 32 turistas europeos. Desde entonces hicieron numerosos secuestros de europeos por dinero, recaudando unos 89 millones de dólares, de acuerdo con un cálculo de Stratfor, una compañía mundial abocada a cuestiones de inteligencia.

Además establecieron relaciones con agrupaciones locales e incluso se casaron con mujeres de la región.

«Nunca vi jóvenes tan comprometidos», dijo Fowler, quien ahora vive en Canadá. «Dejaron sus esposas e hijos. Creen que se encaminan al paraíso».

«Al-Qaeda jamás se apoderó de Afganistán. Ahora son dueños del norte de Malí .»
Robert Fowler
exdiplomático de las Naciones Unidas

«Uno podría planificar una estrategia para combatirlos en el valle del Suat. Pero no hay ninguna estrategia que pueda controlarlos en el Sahel, que va desde el océano Atlántico hasta el Mar Rojo.»
Peter Pham
Asesor del comando estadounidense en África