El anuncio del grupo terrorista que busca la independencia del País Vasco en España, dejando sin efecto la tregua absoluta que habían declarado y prometiendo retomar la guerra «en todos los frentes», es una confirmación de que es sumamente difícil buscar una negociación con grupos extremistas que actúan bajo el influjo de fanatismos que comprometen el uso de la razón. Por legítima que pudiera ser la aspiración de algunos habitantes del País Vasco para crear su propio Estado independiente, el uso del terror como instrumento es inadmisible desde todo punto de vista.
El Gobierno español había avanzado en un proceso de negociación en busca de soluciones pacíficas al conflicto, pero indudablemente se vio en posición difícil y comprometida por las posturas extremas que tuvo que enfrentar, tanto del bando de ETA como por la forma en que el Partido Popular utilizó el tema para hacer proselitismo.
El proceso de Irlanda, donde la negociación política con el IRA ha dado lugar a acuerdos políticos de paz, alentó la esperanza de que el viejo conflicto de España, iniciado durante la dictadura de Franco cuando surgió públicamente el movimiento separatista vasco, pudiera tomar el mismo cauce, sobre todo tomando en cuenta que en Irlanda había un profundo factor religioso que era la piedra de discordia y que, en teoría, es más fácil superar cualquier otro tipo de diferencia y no las de carácter religioso, pero evidentemente el caso español es mucho más complejo y la solución mucho más difícil a pesar de la especie de unanimidad que hay entre la sociedad respecto al rechazo de la violencia.
Días difíciles se vienen para España y para los españoles por la decisión de ETA que, sin embargo, deberá encontrar al pueblo unido alrededor de la postura del Gobierno. Creemos que buena parte del fracaso del proceso es consecuencia de la intemperante oposición de los Populares que han querido sacar provecho político de la negociación entre los terroristas y el Gobierno y tememos que ahora puedan comprometer más aún la situación porque sin duda que tratarán de seguir capitalizando electoralmente la situación y anteponiendo sus intereses a los nacionales, pueden poner en riesgo esa unidad que es indispensable para hacerle frente a la amenaza del renovado terror de ETA.
Si demandar madurez y seriedad de grupos terroristas es imposible, muchas veces también resulta lo mismo cuando se trata de políticos que no entienden la dimensión nacional de sus posturas. A estas alturas, y por lo expresado por la misma Secretaria de Estado durante su visita a España, es evidente que tanto Populares como norteamericanos se han de frotar las manos al ver el fracaso que para los socialistas es este anuncio de ETA, pero hay que recordar que con el terror nadie gana y aun los que se alegren del revés del Gobierno terminarán perdiendo.