El presidente de Rusia Vladimir Putin se siente amenazado por la superpotencia nuclear de Estados Unidos y reaccionó de manera previsible al advertir sobre un posible despliegue de misiles rusos contra nuevos objetivos europeos, estimaron expertos consultados.
Con su reciente ofensiva, Putin desea también poner fin a lo que Moscú considera como una larga serie de promesas incumplidas por parte de Washington desde el derrumbamiento de la URSS en 1991.
«Estados Unidos ha cambiado literalmente su despliegue militar en Europa», sostiene Bob Ayers, un ex oficial de los servicios de inteligencia estadounidenses en el Instituto Chapham House de Londres.
«Los estadounidenses instalan sus fuerzas en bases de Polonia y de otros países del ex Pacto de Varsovia. Los rusos ven la superpotencia norteamericana acercarse cada vez más a sus fronteras y aunque no sean paranoicos no dejan de preguntarse ¿por qué están haciendo eso?», estima Ayers.
Estados Unidos, que quiere desplegar diez misiles interceptores en Polonia y un radar ultrasensible en República Checa en el marco de su escudo antimisiles, no ha cesado de afirmar que este dispositivo no amenaza a Rusia ni cuestiona su fuerza de disuasión sino que está dirigido contra Estados «parias» como Irán.
Los expertos estiman sin embargo que no son justas las declaraciones estadounidenses de que este nuevo escudo no constituye una amenaza para los rusos.
«Todo sistema antimisiles es de hecho un elemento de equilibrio estratégico en el mundo. El enigma es saber qué piensan hacer los estadounidenses después», estima Guennadi Estafiev, un ex miembro de los servicios de inteligencia rusos.
El despliegue de un potente radar en los alrededores de Praga también es fuente de inquietudes en Moscú.
«Este radar estará en conexión con los satélites y vigilará el territorio ruso hasta los Montes Urales», estima Estafiev, quien considera que eso permitirá a los estadounidenses obtener datos sin precedentes sobre el despliegue de misiles rusos y sus trayectorias balísticas.
Una opinión compartida por otros analistas que estiman que Estados Unidos debe encontrar una manera de tranquilizar a Moscú sobre su proyecto de escudo antimisiles.
«La defensa antimisiles nos encierra en una mentalidad de confrontación que impone esquemas de Guerra fría en las relaciones ruso-norteamericanas», lamenta Pavel Podvig, experto en seguridad internacional de la Universidad Stanford de Estados Unidos.
Las tensiones en torno al escudo antimisiles vienen a sumarse a una serie de hechos ocurridos desde el derrumbe de la URSS que hacen pensar a los dirigentes de Moscú que Washington no ha estado jugando de manera limpia.
Los rusos estiman que Estados Unidos se echó atrás en su promesa de no abrir la OTAN a los países del ex Pacto de Varsovia. También reprochan a Washington el haberse retirado unilateralmente del tratado ABM (sobre limitación de misiles antibalísticos) en 2002 y de exigir a Rusia que respete pactos militares europeos que ellos mismos se niegan a ratificar.
«La reacción de Putin es muy comprensible. Se siente amenazado por una superpotencia nuclear. Y lo que ocurre simplemente es que las razones dadas por los estadounidenses para su defensa antimisiles no son creíbles», dijo.
Guennadi Estafiev, un ex miembro de los servicios de inteligencia rusos.