El nuevo gobernante chino Xi Jinping se ha embarcado en una misión para suavizar la imagen del oficialismo, granjeándose prestigio por su estilo casual y ordenándoles a los dirigentes que reduzcan la fastuosidad, la formalidad y el dispendio que los han distanciado de amplios sectores de la población.
Con su voz gruesa, esposa glamorosa y una hija en Harvard, Xi representa una figura muy distinta de los dirigentes del pasado de talante severo y apartados del grueso de la población.
Incluso su postura corporal, más parecida a la de un desgarbado profesor universitario que a un estirado dirigente partidista, le ha ganado aplausos.
Xi llevó la nueva informalidad un paso más allá el martes durante la reunión de los 25 miembros del Politburó, cuando ordenó que los preparativos para las visitas de líderes y el boato del poder sean reducidos drásticamente. Las sofisticadas ceremonias de bienvenida serán eliminadas y se evitarán las interrupciones del tráfico para abrirle paso a políticos, así como los reportes formales y a menudo inútiles sobre las acciones de los dirigentes. Incluso las alfombras rojas desaparecerán.
Y, según los medios de comunicación de Hong Kong, eso fue lo que ocurrió en la primera gira de Xi fuera de Beijing desde que asumió como líder del Partido Comunista. Cuando llegó el viernes a la ciudad sureña de Shenzhen no hubo pancartas de bienvenida, y no había alfombra roja cuando colocó el sábado una ofrenda floral ante la estatua del ex gobernante chino Deng Xiaoping, de acuerdo con las imágenes transmitidas por el canal Phoenix Television de Hong Kong.
Por ahora se ignora si el cambio de tono mejorará la transparencia, o si traerá consigo importantes reformas administrativas que muchas personas consideran necesarias para sostener el desarrollo económico y social de China. Hijo de un veterano comunista, Xi también se ha ganado la reputación de ser un hombre de un nacionalismo radical por sus declaraciones anteriores en las que fustigó a extranjeros por criticar el expediente de China en los derechos humanos.
Sin embargo, su trato directo parece estarle generando admiradores entre una población de la que en forma general está apartado, pese a una larga trayectoria en el servicio público y a sus cinco años como vicepresidente del país.
«Xi ha generado una primera impresión positiva, la cual va a ser de gran ayuda considerando el difícil trabajo que tiene», estimó Edward Huang, un financiero de Beijing que regresó recientemente a China después de casi una década en Gran Bretaña.