Las noticias que vienen del Cairo nos hablan de enfrentamientos, bombas, piedras y cocteles molotov que van y vienen, tanques que toman las calles y sobre todo de un Presidente venido a Mesías o de un Mesías venido a Presidente que defraudó a su pueblo y está llevando a Egipto a una crisis que puede ser más aguda que la que concluyó con la caída de Hosni Mubarak.
Muhamed Mursi fue electo este año como Presidente del país más poblado del mundo Árabe, elecciones en las que participó como candidato del Partido de los Hermanos Musulmanes y en las cuales triunfó por un estrecho margen luego de que el país viviera un año intenso que se inició con las manifestaciones en la plaza de Tahir que concluyeron con la caída del régimen de Mubarak, continuó con la lucha del pueblo egipcio por impedir que la Junta Militar que había sucedido a Mubarak se perpetuara en el poder y concluyó con esta elección presidencial. Sin duda el Partido de los Hermanos Musulmanes, la organización política más grande de Egipto era la fuerza política y de oposición más organizada y el aglutinamiento de otros sectores laicos, estudiantiles y de diferentes gremios y asociaciones se transformó en una fuerza que pudo, a base de protestas y manifestaciones acabar con la dictadura de Mubarak. Esa misma amalgama de sectores continuó con su apoyo al Partido de los Hermanos Musulmanes e hizo que Mursi alcanzara la victoria en las urnas. El problema vino después, cuando el nuevo Presidente egipcio intentó promulgar una nueva Constitución, la cual se encuentra aún pendiente de referendo popular, apegada a las enseñanzas musulmanas y decretó una serie de leyes que hacían que sus decisiones presidenciales fueran inobjetables y no aceptaran recurso alguno en su contra, auto asignándose en consecuencia poderes absolutos y sumiendo al pueblo egipcio en una disyuntiva, o apoyar la nueva constitución, eminentemente religiosa y las leyes absolutistas de Mursi o nuevamente salir a las calles a buscar una verdadera democracia y tratar de sacudirse al nuevo tirano.
La oposición en Egipto no puede desmayar en su intento por oponerse a las leyes de Mursi, está en juego un cambio de tirano, pasar de una dictadura militar a una que puede ser peor, una religiosa. Los países Árabes deben seguir con cuidado el desarrollo de los acontecimientos en Egipto, lo que allí suceda puede marcar el destino de otros pueblos vecinos en donde los fundamentalismos religiosos llenan prontamente los espacios que la ausencia de democracia deja y que hace que los hombres busquen en la religión la respuesta a todas aquellas cosas que se ausentan cuando no existe la democracia. Aquí en América también debemos de seguir con atención los acontecimientos y aprender de los errores que otros comenten para no caer en los mismos problemas, defender el Estado de Derecho, la Democracia y los principios de alternabilidad en el poder, de un Estado laico y de balance entre los diferentes poderes del Estado es fundamental para que no se abuse del poder y la población no pierda la fe en el sistema. Seguro que no estamos complacidos con la realidad política que vivimos, pero al ver otras realidades debemos reflexionar en cuanto a la oportunidad que tenemos de defender las instituciones y la posibilidad de continuar viviendo en democracia.