¿Tendrá vuelta de hoja la desvalorización?


Oscar-Clemente-Marroquin

No es que todo tiempo pasado haya sido mejor, pero indudablemente la pérdida de valores que afecta a una humanidad cada vez más comprometida con esa visión materialista del éxito que todo lo mide por la cantidad de dinero que se amase, a como dé lugar y sin que importen los medios utilizados, se convierte en uno de los vicios del presente porque se han abandonado por completo principios que fueron fundamentales en la vida social y que hoy son vistos como un obstáculo para el logro de esos fines de enriquecimiento expedito.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


El decoro, el orgullo por lo que significa el prestigio personal y la honestidad como pilar de ese prestigio, son cuestiones del pasado, viejadas que no tienen espacio en este mundo moderno donde cambiaron radicalmente no sólo las reglas de juego sino también los paradigmas de la vida. Yo estoy convencido que muchos de los que hacen negocios con el Estado no sienten que estén cometiendo actos de corrupción sino simplemente aprovechando las oportunidades que se les presentan para incrementar sus ganancias. Aquella vieja idea de que los ladrones no han de conciliar el sueño porque se los impide su negra conciencia son puras babosadas porque quienes pagan mordida, quienes incrementan el valor de los bienes que le venden al Estado o quienes realizan obras mal construidas para aumentar su ganancia, duermen a pierna suelta porque están seguros de que hicieron un “buen negocio” y que eso es lo que cuenta para sentirse exitosos.
 
 Que por la sobrevaloración de medicamentos el Estado siempre esté a tres menos cuartillo y no pueda atender adecuadamente las necesidades de salud de la población es irrelevante en el contexto de lo que es el negocio de la venta de medicinas. Que se derrumbe un talud y sepulte a alguien o que se caiga un puente y quede aislada una comunidad es algo que ya estaba presupuestado desde el momento en que se hizo el diseño de la obra y lo que hay que hacer es prepararse para participar y ganar la nueva licitación para reparar el daño y construir algo nuevo.
 
 El problema no es de los guatemaltecos sino que es generalizada esa pérdida de valores que lleva a la humanidad misma a hacerse daño con la destrucción del medio ambiente y peligros como el del calentamiento global. Qué importa hacer “un poco de daño al ambiente” con la extracción de minerales preciosos si la ganancia es suficiente para seguir sobornando a las autoridades que conceden las licencias y se hacen de la vista gorda de los daños causados.
 
 Dialécticamente uno podría suponer que este modelo tendrá que llegar a un punto de agotamiento que provoque algún cambio, pero sabrá Dios cuándo es que ha de producirse ese fenómeno. Aun si el nuevo Baktun que empieza el próximo 21 de diciembre nos marca el inicio de una nueva era, seguramente que se consumirán muchos de los cuatro siglos siguientes en esta práctica individualista, egoísta y ajena a la solidaridad.
 
 No hay mal que dure cien años, suele decirse, y esta desvalorización acelerada por las prédicas del neoliberalismo inhumano y voraz arrancó a mediados del siglo pasado, al menos en esta forma global que ahora se muestra tan descarnadamente. Sin duda que como ha pasado con otras corrientes ideológicas, con otras modas y con otros valores y principios, también éstos entrarán en crisis y han de ser sustituidos por nuevos paradigmas y nuevas visiones del papel del hombre en la Tierra. La historia nos demuestra que nada es perdurable y que por largos que sean los ciclos, llegan  a su fin tarde o temprano. Ojalá el ciclo de esta pérdida de valores termine más temprano que tarde.