Universidad regalada


Guillermo Castañeda Lee, R-19 No. 997

La rectora de la educación superior en Guatemala, la centenaria, la del territorio libre, la que se atribuye gran cantidad de caracterí­sticas que habrí­a que buscarlas con lupa para encontrarlas; me refiero a la Universidad de San Carlos de Guatemala, la que no ha sido capaz de hacer un estudio para determinar a quién favorece el que se cobre colegiaturas ridí­culas, recargando así­ su ineficiencia y su falta de visión al pobre pueblo de Guatemala que invierte el 5% del presupuesto nacional para mantenerla.

No se necesita ser muy estudiado para determinar que las colegiaturas ridí­culas al que menos favorece es el verdadero pobre, pues éste no va a la universidad no por que no pueda pagar la colegiatura, sino por que no tiene para mantenerse mientras estudia. Una investigación de esta naturaleza no requiere de muchos recursos, pues los datos ya están en los archivos de la universidad donde se puede ver que la mayorí­a de los estudiantes llegan de colegios donde pagan desde Q500 hasta Q3 mil mensuales de colegiatura y que se considera que es gente bastante acomodada, pero si lo duda, dese una vueltecita por los parqueos de la universidad y verá las naves que allí­ se encuentran estacionadas.

Para que en realidad esa universidad se pueda llamar del pueblo, se tiene que establecer una colegiatura que refleje el costo real que tiene la carrera que el estudiante haya seleccionado y que el que pruebe que no puede pagarla, se le extiendan recibos de préstamo que deberá pagar a su graduación. Asimismo, el que pruebe que sus padres no pueden mantenerlo durante el estudio, se le extiendan los recibos correspondientes para proporcionarle la cantidad que se considere apropiada, también pagadera a su graduación.

Con un sistema así­, ayudarí­a a que los más pobres estudien, ya que hoy por hoy los únicos que asisten a la universidad del pueblo son los acomodados, ya que el de escasos recursos aunque sí­ podrí­a pagar la ridí­cula suma que se cobra de colegiatura, no tendrí­a ni para el bus que lo trasladarí­a a la universidad.

Ya que la Universidad de San Carlos presume de ser el motor del cambio y del desarrollo, que empiece por lo menos con favorecer el estudio de las clases desposeí­das implantando un sistema que les ayude a salir del atraso.