Más de 600 representantes de gobiernos, colectividades locales, ONG, organizaciones internacionales y del sector privado se reunirán entre el martes y el jueves en Ginebra bajo la égida de la ONU para la primera «Plataforma mundial para reducir los riesgos de catástrofes naturales».
«La combinación de la urbanización y el cambio climático representa una concentración de riesgos sin precedentes en la Historia», advierte el organizador del encuentro, Salvano Briceno, director del Secretariado para una Estrategia Internacional de Reducción de Catástrofes de la ONU (ISDR).
Entre las 33 ciudades que en 2015 habrán superado los ocho millones de habitantes, 21 se encuentran en zonas costeras, vulnerables a la subida del nivel del mar, un fenómeno que a su vez amenaza ya a más de 200 millones de personas en el mundo, señala Briceno.
Ocho de las diez ciudades más pobladas del planeta están situadas en zonas sísmicas mientras que seis de ellas, como por ejemplo Nueva York, son susceptibles de verse afectadas por tsunamis o fuertes tempestades, según el ISDR. Tokio, Bombai, Yakarta y Dacca también podrían sufrir este tipo de catástrofes.
La «Plataforma» evaluará la aplicación de las recomendaciones contempladas en la Declaración de Hiogo, aprobada en la conferencia de Kobé (Japón) sobre catástrofes naturales, que se celebró tan sólo tres semanas después del mortífero tsunami que asoló la costa del sudeste asiático en diciembre de 2004.
En aquella ocasión, la comunidad internacional adoptó un plan de acción sobre diez años que prevé la puesta en marcha de sistemas de alerta precoz y formaciones sobre prevención.
Minimizar las consecuencias de las catástrofes no tiene por qué tener un precio muy elevado, según el ISDR que cita un estudio estadounidense según el cual 1 dólar invertido en prevención supone un ahorro de 4 dólares en reparaciones.
Para este organismo onusiano, basta por ejemplo evitar las zonas peligrosas o construir viviendas más resistentes.
«Hay un enorme trabajo por hacer para reforzar la concienciación de las poblaciones», subraya Briceno, que aboga por incluir la prevención de riesgos en los programas escolares.
«Necesitamos educar a la gente para que ellos mismos reduzcan los riesgos a los cuales se exponen», agrega el director del ISDR.
Briceno propone, entre otras medidas, «preservar la fauna vegetal contra la erosión adoptando las prácticas agrícolas adecuadas para evitar de esta forma las posibilidades de que las inundaciones o las sequías arruinen las cosechas».