6 dí­as


Desde hace cuarenta años, la región del Medio Oriente se ha tornado en la más conflictiva del planeta, tras la Guerra de los Seis Dí­as.

En junio de 1967, Israel invadió Gaza, el Sinaí­ egipcio, Cisjordania y el Golán sirio para convertirse en una potencia ocupante, en el marco de un conflicto relámpago cuyas consecuencias perduran 40 años después.


La denominada Guerra de los Seis Dí­as cambió radicalmente el rostro de Oriente Medio y otorgó una nueva dimensión al asunto palestino y a las relaciones entre Israel y sus vecinos.

El conflicto ha sido catalogado como «la primera etapa determinante en la historia moderna del mundo árabe», tal como sugirió recientemente Hazem Saghieh, un columnista del diario árabe al Hayat, que se edita en Londres.

En las semanas y meses que precedieron la guerra, Egipto bloqueó el Estrecho de Tirán, con lo que impidió el abastecimiento de Israel por el Mar Rojo. Además, grupos armados palestinos atentaron contra los sistemas de irrigación en el norte del paí­s. Cuatro comandos sirios fueron interceptados en Israel.

El 5 de junio de 1967, a las 07H10, el ejército israelí­ inició la ofensiva. En unos 30 minutos, 200 cazabombarderos surcaban los aires y los blindados se dirigí­an hacia las zonas fronterizas con Egipto y Siria.

El primer ministro de Israel, Levi Eshkol, envió un mensaje al rey Hussein de Jordania: «No emprenderemos acciones contra Jordania, a menos que nos ataque».

El ataque jordano se produjo poco después del inicio de las hostilidades y afectó a Jerusalén, así­ como a localidades costeras cercanas a Tel Aviv, en una intervención que ocasionó la invasión de Cisjordania por parte del ejército del Estado hebreo en el tercer dí­a de conflicto.

La guerra culminó el 10 de junio. Además de Cisjordania y Jerusalén Este, Israel pasó a ocupar el Golán sirio, el monte Hermón -que domina Siria y Lí­bano-, el Sinaí­ y la franja de Gaza, hasta entonces bajo ocupación egipcia.

El mundo árabe quedó conmocionado. El presidente egipcio Gamal Abdel Nasser fue derrotado y en Siria y Jordania primó el desconcierto. Fue el fin del panarabismo y a la vez el inicio de la aparición de los primeros brotes de islamismo, que se convertió en una alternativa para una gran cantidad de musulmanes en la región y sus alrededores.

Israel, embriagado por la victoria, quedó sumido en una euforia sin precedentes.

«Existí­a esa percepción de invencibilidad y de retorno a las fuentes de la historia judí­a», asegura Ilan Greilsammer, un politólogo israelí­.

Una percepción teñida de mesianismo. Los judí­os «regresaron» a los lugares bí­blicos: el muro de los Lamentos fue anexado, lo mismo que la cueva de los Patriarcas en Hebrón y la tumba de José en Naplusa.

Y la intención era quedarse, a pesar de la resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU que exigí­a el retiro de Israel de los territorios ocupados.

No obstante, algunos pacifistas como el filósofo Yeshayahu Leibovich profetizaron un «desastre» en caso de mantenerse la ocupación.

En este clima nació el movimiento de colonización, que en septiembre de 1967 dio impulso a la creación del primer asentamiento en Cisjordania, Kfar Etzion, en el sitio de un viejo kibutz (cooperativa agrí­cola), evacuado durante la guerra de 1948.

Desde entonces, 260.000 colonos establecieron 150 asentamientos en Cisjordania. En agosto de 2005, 8.000 debieron retirarse de la franja de Gaza por orden del entonces primer ministro Ariel Sharon.

La decisión fue la consecuencia directa de años de desilusión y de trauma por la Guerra de Yom Kippur de 1973.

«Los israelí­es tomaron poco a poco conciencia del asunto palestino», sostiene Greilsammer. «Y el ejército constató los lí­mites de su fuerza frente a sus vecinos árabes y frente a una población civil que rechaza el yugo de la ocupación».

«Después de dos Intifadas, de derrotas polí­ticas y militares, los israelí­es han admitido la idea de un retiro y la creación de un Estado palestino, lo que era impensable en 1967 y también hace 20 años», añade.

Sin embargo, para el profesor Ely Karmon, especialista en el mundo árabe, todaví­a «hay mucho que hacer por la paz».

«Hay una paz frí­a con Egipto y Jordania. Existió un Saddam Hussein, actualmente hay una amenaza iraní­. Y el problema de los refugiados no está resuelto», enumera.

Greilsammer tiene su final para la guerra de los Seis Dí­as: «Dos Estados, Jerusalén dividida en dos, con una zona internacional. No puede ser de otra manera. No habrá jamás una destrucción de Israel y no habrá jamás una destrucción de las aspiraciones palestinas. Con el tiempo, israelí­es y palestinos lo comprenderán».

El 5 de junio de 1967, a las 7:10 de la mañana, el ejército israelí­ inició la ofensiva. En unos 30 minutos, 200 cazabombarderos surcaban los aires y los blindados se dirigí­an hacia las zonas fronterizas con Egipto y Siria.