Nuevamente, casi podríamos decir que por enésima vez, el tema del TPS o Situación de Protección Temporal para migrantes que entraron ilegalmente a Estados Unidos vuelve a ocupar la atención de nuestras autoridades. Desde que se produjo el huracán Mitch, cuando Honduras, El Salvador y hasta Nicaragua solicitaron y obtuvieron el TPS para sus ciudadanos residiendo sin papeles en Estados Unidos, todos los gobiernos han tratado de enmendar el daño causado por la indiferencia del entonces presidente de Guatemala, Álvaro Arzú, quien en forma arrogante dijo que Guatemala no necesitaba de ese trato especial.
Obviamente no lo necesitaba el Presidente y seguramente tampoco los miembros de su Gabinete, pero cientos de miles y acaso hasta más de un millón de guatemaltecos que han viajado en busca de las oportunidades que esta sociedad les niega, hubieran tenido un cambio fundamental e importantísimo en sus vidas si Arzú hubiera siquiera entendido lo que es la vida del migrante y la diferencia que puede hacer gozar de un TPS. La ignorancia es muchas veces fatal y en ese caso así ha sido para miles de personas que han sido deportadas en los últimos catorce años desde que ocurrió el Mitch. Mientras los ciudadanos de países hermanos gozan de la protección y privilegio de no poder ser deportados, los guatemaltecos están regresando por miles cada año en esos vuelos infames en los que son enviados tanto los trabajadores esforzados y cumplidos como los delincuentes que son capturados por cometer algún tipo de violación a la ley en Estados Unidos.
Las probabilidades de obtener ahora un TPS son más remotas que en 1998 porque ha cambiado mucho la actitud de la opinión pública norteamericana frente a la inmigración y a los inmigrantes. El daño causado por posturas radicales como las de los ultraconservadores del partido republicano es tremendo y dificulta que cualquier gobierno pueda adoptar medidas parciales y ejecutivas a favor de un segmento de los migrantes. El empeño por lograr una reforma integral del sistema migratorio es ahora una esperanza para todos los migrantes, pero también un obstáculo para los guatemaltecos que sueñan con el mismo TPS que se dio a hondureños y salvadoreños.
¿Meditarán alguna vez nuestras antiguas autoridades sobre el daño que le hacen a tanta gente como ocurrió cuando por la arrogancia de un Presidente se dejó pasar la oportunidad de ayudar a cientos de miles de guatemaltecos y sus familias? Dudamos mucho que aún ahora, a catorce años de distancia y con decenas de miles de deportados, le pueda remorder siquiera la conciencia al culpable de ese drama.
Minutero
Fue por un berrinche y desplante
que se hizo tanto daño al migrante
el daño no desaparece
ni aunque venga el TPS