Entre la tragedia tras el terremoto de hace una semana, muchas historias nos han conmocionado; por ejemplo, la del hombre y su nieto que fueron hallados muertos y que se abrazaron momentos antes de su muerte. O la noticia que surgió ayer, que dos perros ayudaron a encontrar a su dueño, que había muerto soterrado hacía seis días, pero no había sido encontrado su cuerpo.
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Unos socorristas del Ejército tuvieron la idea de pedir favor a la familia para que los perros, Mesho y Tigre, pudieran ayudar a la búsqueda de Dani Domínguez Bautista, de quien se suponía que estaba soterrado, pero no sabían dónde excavar. Los canes llegaron al lugar y, tras olfatear, se echaron en un lugar. Los rescatistas empezaron a cavar allí, y justamente lo encontraron.
Cabe rescatar la labor de los socorristas, no solo del Ejército, sino de los Bomberos Voluntarios y Bomberos Municipales Departamentales que fueron insistentes en la búsqueda. Incluso, cuando Conred pidió que ya no continuaran con la búsqueda en algunos lugares (por el peligro de también quedar soterrados los voluntarios), algunos de estos héroes insistieron por unas horas más.
En la tragedia, muchas personas pueden dar lo mejor de sí mismos, tal y como lo han demostrado miles de voluntarios que han prestado ayuda en el proceso de rescate, así como las personas que han donado víveres y ropa para los afectados. Incluso, hasta los perros, que no son seres pensantes, se muestran conmovidos por los sucesos y saben cuál es su labor.
Quizá “Mesho” y “Tigre” sabían que era la última muestra de lealtad que tendrían que demostrar a Dani, su dueño. Estos perros, que muchas veces son compañía en la casa, guardianes feroces ante delincuentes, niñeros de pequeños infantes y que, además, se aprietan el estómago porque a veces solo hay un pedazo de pan en todo el día para comer, demuestran actitudes fieles y de solidaridad con las personas.
Usualmente, se les llama “chuchos”, haciendo eco a una antiquísima voz castellana, que se utilizaba para llamar o espantar a los canes. La palabra chucho se utilizó en algún tiempo en toda la región hispanohablante, pero ahora parece que tan solo se usa en Guatemala, y, en menor medida, en regiones mesoamericanas.
El “chucho” más bien se refiere a un perro callejero, sin pedigrí; usualmente son flacos, a tal extremo que se les notan las costillas en las razas no tan peludas; parecen como perdidos, aunque siempre saben volver a la casa en donde se les da alimento y cobija. A veces se les mira el jiote en donde se rascan por tantas pulgas. Pero no por ello dejan de ser fieles, incluso hasta la muerte, tal como demostraron que son Mesho y Tigre.
Sin embargo, hay otro tipo de “chuchos” que son todo lo contrario. Éstos no forman parte de la raza canina, sino de la humana. En nuestra particular forma de hablar, también usamos la palabra “chucho” para referirnos a alguien que quiere comerse más de lo que puede, o bien obtener todo el dinero. “No seás chucho, dejá que todos coman carne”, o “Es muy chucho con el pisto”, se dice usualmente.
Lejos de las actitudes de lealtad y fidelidad de Mesho y Tigre y otros canes, en esta tragedia han surgido verdaderos “chuchos” feroces y con ganas de llevar pan para su matate. ¿Qué decir de los chuchos jiotosos que a pocas horas del terremoto ya le habían subido al precio del pasaje, de los huevos, del agua potable y otros productos de primera necesidad? Verdaderos chuchos que se aprovechan de que tenemos un Estado desfinanciado y desinteresado en poner orden en el mercado.
Pero peores chuchos se ven en instancias de las autoridades, porque con la emergencia, el protocolo marca que los fondos para atender las necesidades deben fluir más libremente, por lo que, en caso de calamidad, se frotan las manos y hasta agradecen la tragedia, porque los controles de fiscalización se empobrecen más de lo que ya están.
Es notorio que en el Congreso, en la sesión de pleno de ayer cuando ratificaron el Estado de Calamidad, la atención se centró en establecer algunos controles del gasto. Bien dicen que el león juzga por su condición; y es que nuestros políticos, lejos de concentrarse en pensar un buen plan para la reconstrucción y aprovechar para mejorar las condiciones de vida en las áreas afectadas, tienen la necesidad de poner candados al gasto, porque la costumbre es que en estas circunstancias empiecen a hacer chinchilete con los recursos que son para los damnificados, pero que usualmente éstos no reciben lo que necesitan.
Esperemos que las únicas noticias de “chuchos” que podamos conocer en este proceso de reconstrucción sean las de Mesho y Tigre, y que no salgan a la palestra otro tipo de “canes”. Ojalá el presidente Pérez Molina cumpla con su ofrecimiento de que habrá mucha transparencia en la compra y que denunciarán a quienes se quieran aprovechar de la emergencia.