Primero el movimiento de 7.2 grados acompañado de caos, temor y obligados recuerdos a lo sucedido en febrero de 1976; luego conoceríamos en el transcurrir de los días, la magnitud y la proporción de los daños que ocasionó el terremoto de hace unos días en San Marcos. Más tarde al día siguiente, la sensiblería chapina se movilizaba rápidamente, especialmente conducida por las expresiones oligárquicas del país. Las catástrofes también son capitalizables y son motivo para recordar el “orgullo de ser guatemaltecos” o la facilona “a los guatemaltecos nada los pone a temblar”.
Inmediatamente después del desastre la caridad nacional era conducida y organizada por las “fuerzas vivas del país”, y para tal efecto los principales emporios constituyen oportunamente los llamados centros de acopio que movilizan la candidez y el voluntarismo de chapines que se ven conmovidos y sensibilizados por los afectados. El llamado es atendido inmediatamente sobre todo por la servil clase media aspiracional, que escucha música en su corazón cuando los medios de comunicación, después de haberse saciado con el morbo del dolor de las víctimas, anuncia en gesto bondadoso y tierno, el llamado y la invitación con un leve dejo de chantaje, para que usted se dirija a depositar su bolsa solidaria. Esas mismas ordas aspiracionales son las que hace un mes, vilipendiaban al movimiento de población indígena que era objeto de represión y que impedía su derecho de libre locomoción. Es tal la alienación a que está acostumbrado este pueblo, que aplauden a la mejor cerveza por cancelar en tierno gesto conmovedor la celebración de su gran cono de navidad. El lado humano pues de la oligarquía se abre para tender una mano al pueblo afectado, pero en vez de hacerlo directamente ayudando a la institucionalidad del Estado, llama a las masas alienadas a que sean ellos los que colaboren con productos que provienen de sus propios emporios, ¡vaya gesto! En medio de un nuevo capítulo de orgullo patrio enaltecido por la movilización oportuna de la oligarquía caritativa, el Gobierno ve en el manejo de esta crisis la oportunidad de oro para corregir su pésima actuación y respuesta en los recientes hechos de asesinatos extrajudiciales en Totonicapán. El Presidente mismo se hizo presente entre los escombros y tres días de duelo declarados así como la calamidad pública en varios departamentos, predicen la respuesta expedita del Gobierno. Es tal el apropiamiento que en principio se atenderá la crisis con recursos propios, lo que parece ser un mensaje a la comunidad internacional y local para mostrar solidez y liquidez; excepción es la ayuda que proporcionará en la reconstrucción, el viejo aliado del Gobierno de Taiwán que a través de su Embajador propone casas de bambú. Si se maneja bien esta crisis, la misma puede ser la circunstancia que no esperaba el Gobierno para salvar el desgaste político acumulado, y a la vez aprovechar para sentar las bases de una mejor implantación de los dilatados programas sociales. El Congreso por su lado, también dio muestras de sensibilidad y de manera expedita implementó también su centro de acopio, al que acudían sobre todo trabajadores y no necesariamente diputados.
La catástrofe sacó a los muertos de sus tumbas y también dejó a flor de tierra la vergüenza que somos como sociedad y como país. A este ritmo de centros de acopio, pronto habrá que hacer un acopio de esos centros para organizar de manera eficiente la ayuda que se canaliza, y la indignidad.