Melancolía por la bota y el fusil


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Mañana se cumple un aniversario más de la inauguración del Palacio Nacional, ahora con el agregado “de la Cultura”. Se arribará para más precisión, al sexagésimo noveno año desde aquel 10 de noviembre de 1943. Fecha clave para el régimen de turno pues “coincidió” con el cumpleaños del mandatario de entonces: Jorge Ubico Castañeda.

Walter Guillermo del Cid Ramírez
wdelcid@yahoo.com


La historia de Guatemala está plagada de numerosas curiosidades. En este caso por ejemplo, a partir de entonces, la cuenta sería regresiva, después de imponer a su sucesor Ponce Vaides, apenas once meses y diez días más tarde, se produciría la caída total de aquella dictadura. El 20 de octubre de 1944 empezaría una nueva etapa para la forma de hacer gobierno en nuestro país. Este singular edificio, construido de concreto con ladrillo revestido de piedra tornado con un color verde, dio la pauta para su denominación popular como “El Guacamolón” o el edificio de “La Guayaba”. Éste contiene los murales del artista Alfredo Gálvez Suárez que muestran una reseña histórica del país desde la época de la colonización española hasta la llamada “independencia” de las Provincias de Centro América. Su estructura está diseñada a partir de un cuerpo central del cual se prolongan dos cuerpos laterales, cada uno de estos con tres niveles y un patio central. Los conjuntos de cinco se pueden apreciar en numerosos detalles. Esto para satisfacer la vanidad del gobernante, pues cinco letras forman su nombre y cinco letras también su primer apellido.

El Palacio Nacional fue la sede del Organismo Ejecutivo por más de cincuenta años, desde el ya citado 10 de noviembre de 1943, hasta el 29 de diciembre de 1996. En otra de esas singulares curiosidades, el gobernante contemporáneo que más ha admirado al promotor de esta edificación, fue quien le condenó al paulatino desahucio de la más emblemática obra de aquella dictadura. En efecto, ha sido en el régimen de Álvaro Arzú que se ha producido la salida de los despachos ministeriales y en la que se le cambió de denominación tal como se le conoce en la actualidad. A partir de este régimen la administración del Palacio Nacional de la Cultura ha estado a cargo del Ministerio de Cultura y Deportes. Y la ausencia de mantenimiento se ha incrementado paulatinamente.

En muchos hogares en los que pueda haber un adulto mayor con diáfana memoria se recordará con nostalgia una fecha como la de mañana. Se añorará el trabajo forzado para “los indios” y para “los presos”. Se recordará cómo la “ley fuga” sirvió para amedrentar a los delincuentes de la época. Se deseará volver al yugo de la bota y a la intimidación del fusil. La nuestra es una sociedad conservadora en extremo, hipócritamente puritana y altamente indiferente ante el dolor ajeno. Mañana habrá melancolía en muchos lugares. Algunos con pleno conocimiento de causa y otros sencillamente deseando que el coto a la actual ola de violencia se pueda imponer por la fuerza, con toda la fuerza, sin importar el costo. Así somos los guatemaltecos.

Si el sismo de anteayer hubiese alcanzado en la capital las dimensiones del impacto telúrico que azotó en San Marcos, en este momento las manifestaciones de congoja y solidaridad tendrían un escenario citadino muy diferente a la indiferencia generalizada que se ha producido en la vida cotidiana de la capital y sus alrededores, desde ayer mismo. Lamentablemente nuestra conciencia individual y colectiva se aleja del dolor ajeno. Se ha desaparecido quizás para siempre, la capacidad de aglutinar voluntades hacia propósitos de nobleza nacional y largo plazo. Se ha deteriorado nuestra convicción por unirnos solidariamente en un mismo sentido. Se nos ha fugado el espíritu de fraternidad. El dolor solo nos impacta cuando es propio, si es de nuestros semejantes, mejor nos hacemos los papos. Imploramos el orden fundamentado en el terror y a eso le llamamos seguridad. Hay, a mi juicio un sentimiento muy extenso de melancolía por la bota que nos aplaste y el fusil que nos intimide. Lástima grande, pero temo que así las cosas, poco o nada cambiará en breve.