Esta semana, en Guatemala, estuvieron de visita representantes para Latinoamérica del Foro Económico Mundial (WEF, en inglés), que se reunieron con autoridades de gobierno y también del banco central.
Uno de los hechos que destacaron las autoridades del país, producto de las reuniones con los visitantes, fue que Guatemala mejoró una posición en la medición de competitividad que hace ese foro, a pesar, incluso, que la parte que mide la violencia y la institucionalidad del país muestre rezagos y hasta retrasos.
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Se dijo también, de parte de los administradores del país, que se tomarían medidas para mejorar en los demás aspectos que mantienen a Guatemala no muy bien calificada, para que en las próximas evaluaciones la ponderación supere por lo menos a la mitad de los 144 países que participan en el ranking.
En esa oportunidad, por azares del destino –muy elocuentes, por cierto–, o por simples razones de organización poco meditadas por quienes condujeron la actividad, hubo convergencia de periodistas que tienen cobertura con el Organismo Ejecutivo y quienes tienen a su cargo parte de la sección económica de algunos medios de comunicación.
La conferencia de prensa al inicio estuvo a cargo del presidente Otto Pérez Molina, quien luego dejó la responsabilidad a las autoridades económicas, como el Ministro de Economía y el Comisionado Presidencial para la Competitividad y la Inversión, acompañados por los miembros del WEF.
La situación inicial me recordó aquel libro del Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, «El Malestar de la Globalización», en el cual, en varios apartados, hace referencia a la forma en que burócratas internacionales del Banco Mundial o del Fondo Monetario Internacional sugieren la aplicación de medidas económicas sin considerar las condiciones propias de cada país o región.
Y qué tiene que ver una cosa con la otra, se podría preguntar, pero la situación es que efectivamente, a Guatemala se le suele calificar a nivel internacional –por entidades multilaterales o privadas– de ciertas maneras y en ocasiones se sugieren medidas que a veces no pueden coincidir en lo más mínimo con aquello que de verdad se requiere, cuando quienes vivimos en el país percibimos las cosas de formas muy diferentes.
Los burócratas internacionales y también los expertos que se refieren al país en sus análisis, suelen hacerlo de una forma tan general y tan poco profunda, que puede percibirse, con apenas escucharles unas cuantas frases, su escaso conocimiento de nuestra realidad nacional.
Esto, en esa ocasión, se evidenció en que varios periodistas hicieron, en presencia de los expertos del Foro Económico Mundial, consultas al mandatario sobre hechos de violencia recientes, que causan gran impacto emocional con tan solo escucharlos. Ellos, sin embargo, supuestamente conocedores del país a través de los indicadores que elaboran de forma anual, mostraban gestos de asombro con las preguntas de los periodistas al Presidente, impresiones de esas que por más que se quiera e intente no se pueden ocultar, por hechos que seguramente nunca contemplaron en sus fríos análisis sobre el país.