Desde su fundación, hace noventa y dos años, La Hora tuvo que cerrar sus operaciones tres veces como resultado de presiones del poder público para eliminar al medio. Pero hoy hace 68 años que se inició la Cuarta Época en la que se ha publicado sin más que brevísimas interrupciones por efecto de la censura, como ocurrió cuando Serrano dio el manotazo contra la Constitución de la República.
Recién vuelto de catorce años de exilio y apenas diez días después de la Revolución de Octubre que le permitió volver a su patria, Clemente Marroquín Rojas publicó otra vez su diario con las mismas metas, los mismos principios y los mismos valores que en 1920, siendo un joven estudiante universitario, le impulsaron a fundar un diario que fuera tribuna para participar y promover el debate sobre las cuestiones nacionales. No es casualidad que la fundación de La Hora fuera inmediatamente después del fin de la dictadura de Estrada Cabrera ni que esta época empezara diez días después del derrocamiento de la dictadura de Ponce que era el sucesor de Ubico.
Cuatro generaciones de la familia Marroquín han sido responsables de la edición del diario y de continuar con el legado de persistir en la lucha por los intereses de los guatemaltecos que no tienen voz ni oportunidades y por hacer realidad el viejo sueño de nuestro fundador, en el sentido de que construyamos una sociedad en la que cada día haya un mayor número de pequeños ricos y que el Estado no siga, como desde la Independencia hasta nuestros días, sirviendo para hacer más ricos a los ricos.
Por eso es que el tema de la corrupción constituye para nosotros algo fundamental, porque el mal uso de los recursos públicos se traduce en menos oportunidades para la gente más pobre del país que tiene que emigrar en condiciones infrahumanas para encontrar afuera de la patria el fruto de su trabajo que no se da en Guatemala. Por eso es que creemos tanto en el respeto al estado de derecho, porque consideramos que todos tenemos que ser iguales ante la majestad de la ley para evitar privilegios que funcionan para que los que ya tienen mucho puedan tener aún más.
Y justamente por esas consideraciones es que insistimos en que se deben impedir manoseos constitucionales que abren la puerta para futuros cambios que atenten contra nuestro modelo democrático. Si cualquier gobernante se siente con derecho e iluminado para cambiar la Constitución, dentro de poco volveremos a tener una que apenas sea una jaula de hilos de seda, como dijo Montúfar, para contener las ansias tiránicas de tanto déspota que se cobija en nuestra política.
Minutero:
Hay que hacerle mal talante
a lo de la deuda flotante;
y es que aunque suene muy feo
es para pagar un hueveo