Los sucesos de ayer son alarmantes desde cualquier punto de vista que se quieran ver, puesto que nos colocan en ruta a la ingobernabilidad por ausencia de mecanismos de diálogo y entendimiento. Es un hecho que históricamente hay sectores que no tienen acceso a la negociación con el poder político, reservada para grupos de poder económico fundamentalmente, y eso ha generado en el transcurso de la historia altos niveles de conflictividad por la desatención que hay a serios problemas que nunca aparecen en el radar de los estrategas del gobierno.
No se puede negar que existen grupos de pobladores que no tienen otro remedio que el de la medida de hecho para hacerse oír, puesto que no tienen el derecho de picaporte que asiste a otros sectores para abordar no sólo a altos funcionarios y ministros, sino al mismo Presidente de la República cuando necesitan resolver algún problema. Tras varias gestiones para que se les atienda un reclamo sobre la facturación del servicio eléctrico, todas sin efecto alguno, los dirigentes de los cantones de Totonicapán dispusieron llamar la atención de la única forma que ha funcionado para ellos y otros grupos sin voz.
Creemos que todos tenemos que enmarcar nuestros actos y protestas en ley, pero también se debe poner atención a todos los sectores y no privilegiar a unos e ignorar a otros como ha sido costumbre en el país. Y esa ausencia de diálogo tiene siempre consecuencias, como se está viendo con el tema de una reforma de la carrera del magisterio dispuesta caprichosamente por la Ministra de Educación debidamente respaldada por el Presidente y Vicepresidente para imponer, sin argumentos y sin razones, una decisión que es cuestionada por prácticamente todos los sectores ajenos al nicho en el que se ha movido la funcionaria responsable del desaguisado.
En los temas agrarios, cada vez que hay tomas de carreteras, los gobiernos dialogan y reciben las peticiones de los campesinos, pero nunca resuelven nada y por eso las protestas son cíclicas porque se repiten una y otra vez cuando los afectados se dan cuenta que les tomaron el pelo.
Tenemos que implementar un mecanismo que termine con el doble rasero que facilita a ciertos grupos no sólo preservar sus derechos sino hasta asegurar privilegios, mientras que a otros no les permite ni hacer reclamos. En vez de criminalizar la protesta social hay que atenderla con visión de estadistas. Dialogar no es arte de los débiles sino de los inteligentes; por el contrario, reprimir con la fuerza no es signo de autoridad sino señal clara de debilidad. Mientras no entendamos esas diferencias, vamos rumbo a la ingobernabilidad.
Minutero
A punta de cachiporra
el malestar no se borra;
se termina en acciones de hecho
cuando no funciona el derecho