¿Cuándo aprenderemos?


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En los últimos días han sucedido hechos que evidencian una negligente y persistente actitud en el desempeño de la función pública. El derrotero del país se juega entre el oportunismo de unos pocos, el saqueo del erario con variadas artimañas y la negación de oportunidades para las mayorías. No despertamos, no reaccionamos… no nos indignamos, no nos oponemos. ¿Cuándo aprenderemos?

Walter Guillermo del Cid Ramírez
wdelcid@yahoo.com


¿Qué tendrá que pasar para que pueda producirse una reacción colectiva que impulse a los conductores de la cosa pública, a esos actores principales que pareciera que se desenvuelven de manera ajena a las necesidades de la mayoría, a hacer las cosas en ley, como debiera ser? ¿Qué tendrá que pasar para que cambien de esa actitud de no importarles asumir su ingrata arrogancia ante sus decisiones que se manifiestan no únicamente necias sino incompletas, mediocres?

El deceso del maestro Sarmientos se produce en medio del más lamentable abandono a la Orquesta Sinfónica Nacional. ¿Cuántos “Sarmientos” no quedarán en el anonimato por esa indiferencia y errónea concepción del desempeño del Ministerio de Cultura y Deportes? Si esta instancia ministerial habría de desenvolverse con una cosmovisión folclórica en la que prácticamente han caído los últimos gobiernos, éste incluido, debiera cambiar de nombre por el de Ministerio de Cultura y Turismo, y quizás de esa manera el manejo del cumplimiento de sus funciones quedarían más adecuadamente enmarcadas en la hipócrita veneración por el patrimonio de los pueblos ancestrales con fines totalmente lucrativos alrededor de un turismo folclórico y hasta más lucrativo. Y entonces podría crearse otra dependencia encargada de velar por el cultivo de otras manifestaciones más allá del aparente culto a las costumbres.

El deceso del maestro Sarmientos nos deja un vacío que se adiciona a otras partidas de notables guatemaltecos, que no obstante haberse desarrollado en medio de muchas limitaciones, en su momento, la actitud de los conductores de la cosa pública llegó a implicar una visión más consistente y coherente con el desarrollo de las que en su momento se llamaron “Bellas Artes”. Hoy el abandono es el emblemático signo que marca muchas actividades que otrora alcanzaron esplendor. El mejor homenaje que pudiera rendirse a tan insigne guatemalteco sería el auspicio y financiamiento sostenible para los integrantes de la Orquesta Sinfónica Nacional y con ellos a todas las actividades y dependencias conexas: La Escuela Nacional de Danza, el Conservatorio Nacional, La Escuela de Artes Plásticas, La Radio Faro (Cultural y Educativa), entre lo más relevante.

Reproducir en un disco compacto parte de la notable producción artística del maestro Sarmientos, es acertado, pero incompleto. Ojalá aprendiéramos a reconocer las debilidades y los absurdos en los que se desenvuelve esta “realidad nacional”. Ojalá reconociendo, aprendiéramos a no seguir haciendo lo mismo, lo mismo y lo mismo. El maestro Sarmientos descansa en paz. Ojalá pudieran darse las condiciones para el auspicio y la promoción del descubrimiento, la revelación y el patrocinio de otros talentosos chapines que se desenvuelven en un ingrato anonimato o peor aún, en la miseria de la incomprensión de tristes figuras públicas que no alcanzan a dimensionar la enorme responsabilidad que tienen por estar al frente de la cosa pública. Y me detuve en un solo hecho. Espero que pronto aprendamos.