La Hora ha sido un medio insistente en la necesidad de una reforma profunda de nuestro sistema educativo para ampliar no sólo la cobertura sino la calidad porque entendemos que la piedra angular del desarrollo es la formación de nuestro recurso humano. En ese sentido, nos parece que hay que redoblar esfuerzos por disponer de un sistema educativo de calidad que pueda ofrecer a todos los niños y jóvenes del país la oportunidad de prepararse para un mundo cada vez más competitivo y donde se requiere de formación técnica y científica para no quedarse a la zaga.
Sin embargo, creemos que un proceso de reforma educativa en un país como el nuestro tiene que ser resultado de amplios y profundos debates entre los distintos sectores, no sólo por el carácter multicultural de nuestra sociedad, sino porque somos un país en el que ha prevalecido tanto el autoritarismo (casi omnipresente en la historia del país), que necesitamos reforzar los instrumentos del diálogo, la negociación y la concertación, especialmente cuando hablamos de la educación de los futuros ciudadanos.
En ese sentido vemos como debilidad del plan impuesto por el gobierno actual la falta de consensos; ayer los empresarios de la educación advirtieron que impugnarán la reforma una vez sea formalizada mediante el respectivo acuerdo gubernativo. No es que los dueños de colegios privados tengan la última palabra, pero algo tienen que decir. Es cierto que algunos de ellos son realmente empresarios que ven el lucro como objetivo esencial, pero también hay algunos que son educadores de vocación que tratan de ofrecer no sólo a sus alumnos sino al país un aporte significativo.
Cuando se anunció que la reforma va de todos modos (como el negocio del puerto, es decir al estilo de este gobierno), no se dieron detalles precisos del nuevo pensum ni de la forma en que se piensa implementar. Fue una notificación la que hizo la Ministra de Educación, persona que no se ha distinguido por su vocación de diálogo, con tanta prepotencia que ni siquiera se ocuparon de explicar lo que se piensa hacer.
Una reforma educativa eficiente tiene que ser producto del más amplio acuerdo en la sociedad porque al fin y al cabo afecta los intereses de nuestros hijos. Mejorar la calidad del magisterio es apenas uno de los ingredientes, pero falta mucho más por hacer y si todo se quiere manejar con el criterio de “Saludo uno; saludo dos”, no vamos a llegar a ningún lugar positivo. En el Ministerio de la Defensa funciona esa receta, pero en el de Educación, difícilmente.
Minutero:
Reformar la educación
es cruzar el rubicón;
pero hace falta más saliva
para una reforma efectiva