La memoria democrática de Guatemala: vigencia del pensamiento político de Juan José Arévalo


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Mucho reconforta saber que Guatemala vivió una Primavera Democrática en la que nuestro país marcó el ritmo de la historia en América Latina. Nunca más Guatemala se ha vuelto a regir por una constelación de valores centrados alrededor de la dignidad humana. Recuperar el pensamiento de Juan José Arévalo, (1904-1990) no sólo ilumina las claves de esa época, sino ofrece ideas y principios para afrontar los desafíos del presente.

POR JORGE MARIO RODRÍGUEZ MARTÍNEZ

En Arévalo se conjugan una confluencia del más profundo humanismo hispanoamericano y el naciente espíritu moderno de los derechos humanos. Su legado al pueblo guatemalteco es un testimonio de ello; se pueden mencionar entra tantos logros: el Código de Trabajo, la creación del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, la creación de la Facultad de Humanidades de la Usac. Lamentablemente, el período de reformas iniciado por Arévalo encuentra un final dramático en la caída de su digno sucesor, el coronel Jacobo Árbenz.

No es necesario caer en un ejercicio hagiográfico-político para reconocer que en Arévalo se conjuga el pensamiento y la acción democrática. En Despacho Presidencial (Oscar de León Palacios 1998, p. 80), Arévalo escribe que su autoridad moral era “la mayor autoridad de la que hice uso durante los seis años de mi gobierno”. Por eso es hermoso recordar lo que un distinguido humanista guatemalteco, Mario Alberto Carrera ha dicho de Arévalo: “Nació en el seno de la clase media honrada y murió en olor de probidad, dentro de ella”.

La filosofía política de Arévalo se condensa en lo que su autor bautiza como “socialismo espiritual”. Esta corriente conjuga las preocupaciones sociales del socialismo con los valores anclados en la dignidad humana. En su obra Escritos políticos (Tipografía Nacional, 1945, p. 186) Arévalo afirma que el “socialismo antes que una doctrina política, es una forma espiritual, que se define como la simpatía del hombre por el hombre”. El socialismo arevalista postula como valor supremo “una voluntad de dignidad” (p. 147). Arévalo acentúa la dignificación del hombre en todas las esferas del mundo social; su opción espiritual busca  lograr la interiorización social y personal de los valores y virtudes que hacen posible una sociedad respetuosa de la dignidad humana. El socialismo de Arévalo aspira a la liberación social y psicológica de los miembros de la sociedad; aspira a la armonía social, sin por eso ignorar las diferencias sociales y culturales. Incluso, en cierto momento de su obra, Arévalo llega a superar la ideología asimilacionista respecto a las poblaciones indígenas, postulando una versión anticipada de la libertad cultural.

Una primera influencia en el pensamiento arevalista es el krausismo español, cuyo líder a Julián Sanz del Río seguía el “racionalismo armónico” del alemán Karl Christain Krause. Esta corriente filosófica enfatiza un ideal de humanidad cuyas raíces se encuentran en la conciencia íntima del ser humano. El krausismo predica un ideal de armonía social basado en una moralidad profunda cuyo asiento último se encuentra en la interioridad humana. El lector que se maravilla ante la íntima luminosidad de la obra de Antonio Machado podrá degustar la sensibilidad que trajo consigo el krausismo español.

El profesor alemán, O. Carlos Stoetzer —Karl Christian Friedrich Krause and his influence in the Hispanic World, Böhlau 1998— nota que el krausismo se hizo presente en Guatemala a través de José Martí, el Apóstol de la Independencia Cubana, y de José María Izaguirre, ambos maestros en la Escuela Normal, en donde Arévalo se graduaría décadas después. Stoetzer considera, sin embargo, que la mayor influencia de esta corriente en Arévalo se deriva de su experiencia estudiantil y profesional en Argentina, país cuya intelectualidad había recibido la influencia de esta corriente.

La segunda fuente del pensamiento de Arévalo es la filosofía de los valores o axiología. Varias de las obras de Arévalo estudian los valores, especialmente en la esfera de la educación. El énfasis en la dignidad como valor supremo se convierte en el norte de la filosofía política de Arévalo. Arévalo considera que la reflexión sobre los valores pone “en manos de cada hombre capaz para la reflexión un instrumento de penetración inmediata en el ámbito de la vida”—La filosofía de los valores en la pedagogía, Tipografía Nacional, 1945, p. 65.

En tercer lugar el pensamiento del gobernante guatemalteco se nutre del humanismo que alimenta el espíritu de postguerra; el mismo espíritu que genera la creación de la ONU y la Declaración de los Derechos Humanos. Arévalo valora positivamente el pensamiento del presidente norteamericano F. D. Roosevelt que se concreta en la doctrina del buen vecino, el fomento del sindicalismo; y, especialmente, la doctrina de las cuatro libertades, esto es,  la libertad de expresión,  la libertad de culto,  la libertad de la necesidad y la libertad del temor.

En vista de las influencias apuntadas, el pensamiento arevalista se propone desarrollar una sociedad basada en el respeto de la dignidad humana. La democracia supone un ideal, un compromiso moral entre gobernantes y gobernados, el ejercicio de una “voluntad de dignidad”. En consecuencia, Arévalo lucha por políticas substantivas que no iba a ser del gusto de los sectores que se benefician de la injusticia estructural del país. En un contexto de injusticia, su programa es revolucionario en el sentido de que se propone transitar el sendero axiológico del ser al deber ser.

Al proponer la integración moral de la sociedad guatemalteca y el respeto a la dignidad de todos los miembros de ésta, Arévalo es tildado de comunista, aunque, como el mismo Arévalo lo notara, los sectores que lo acusaban no sabían que era esta doctrina. Arévalo no comulga con el marxismo dado que postula la armonía social entre los diferentes grupos sociales. Aunque la doctrina de la armonía de los grupos sociales no sea la parte más sólida del legado arevalista, es de reconocer que dicha armonía no significa claudicar frente a la injusticia y desigualdad.

¿Qué importancia tiene el pensamiento de Arévalo para nuestros tiempos? En primer lugar nos muestra que una personalidad política idónea es capaz de cristalizar el apoyo popular, el entusiasmo de la juventud y la audacia intelectual para crear una nueva sociedad. Con este apoyo Arévalo logra desactivar un número crecido de intentos de golpe de Estado. Arévalo ejerce un liderazgo moral categórico que raramente hemos vuelto a experimentar en la vida política guatemalteca.

En segundo lugar, las ideas de Arévalo tienen actualidad porque aún sigue pendiente la tarea de darle un rostro humano a la sociedad guatemalteca. Su énfasis en la promoción de la dignidad humana es aún más revolucionario dada la creciente materialización de la conciencia ciudadana. Una sociedad no puede avanzar substantivamente si no se avanza en la vivencia de los valores críticos, que no pueden ser identificados con moralismos vacíos. Una sociedad que olvida las dimensiones espirituales de su existencia es un campo fértil para la corrupción, para una política convertida en actividad propia de pillos.

A la luz del legado del Maestro Presidente, como lo llamará el malogrado presidente chileno Salvador Allende, es urgente promover la formación axiológica del ciudadano responsable. En particular, la educación no debe limitarse a una capacitación para el mercado. La conciencia ciudadana no debe empobrecerse en un tiempo de generar alternativas para un país al borde del despeñadero. Sólo con dicha ciudadanía crítica se puede trabajar en una sociedad en la que participemos todos desde una conciencia libre y responsable.