El último domingo de agosto nació un esperpento llamado TODOS, dicen que es un partido político. Y el lunes siguiente en la noche entrevistaron a dos de sus más conspicuos parteros. Nada menos que dos padres de la patria, aunque le faltó madre. Los dos son diputados relativamente jóvenes que rezumaban alto grado de mediocridad y mucho de ambición no política de la buena, si no de dinerarios oportunistas.
Arturo Martínez Gálvez
Cuando se les preguntó cuál era la ideología del partido, uno de ellos dijo que no era ni de la derecha ni de la izquierda, y el otro dijo que era tanto de la derecha como de la izquierda. Simplemente prácticos dijeron. Por supuesto ninguno de los dos se ruborizó.
El entrevistador les preguntó que quiénes eran TODOS y respondieron que TODOS eran los buenos, los probos y por ello le pedían a la gente buena que se uniera. Pero en la foto de los medios aparecieron quienes integran el Comité Ejecutivo, todos bien conocidos no por sus hazañas, sino por su mañas, todos tránsfugas, muy común en la politiquería, pero dicen que ellos son los buenos y por eso invitan a todos los buenos a que se afilien.
El entrevistador les preguntó, también, que de dónde había salido el dinero y cuánto habían gastado en la reunión del domingo, fecha en que se había parido el nuevo engendro. Ninguno de los dos respondió a la pregunta, más bien la evadieron. Como siempre escondiendo a los financistas.
Lo cierto es que ahora tenemos un partido de TODOS para TODOS. No nos debemos de quejar, por el contrario, debemos darle la bienvenida al nuevo ser, cuyos progenitores le auguran larga vida porque nació no de lo espurio, sino amor político del bueno. Ahora sí existe una opción para el guatemalteco honrado y honesto. Debemos, pues, regocijarnos y celebrarlo con inusitado júbilo.