Premio al Presidente del Consejo Económico Social


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Gustavo Porras asumió ayer como presidente del Consejo Económico Social (CES). La creación del ente se supone que responde a las necesidades nacionales de consenso, como una expresión democrática donde participarán diferentes sectores productivos, incluidos empresarios, sindicalistas y cooperativistas; y, aunque no habrá necesariamente vinculación entre lo que decida el Consejo y las políticas públicas del gobierno, es lo que se esperaría: que haya acuerdos realistas, alcanzables y sobre todo coherentes que incidan en el buen desempeño del Estado de Guatemala.

Luis F. Arévalo A.
lufearevalo@yahoo.es


Sin embargo, no es eso lo que me llama la atención. Lo que me parece curioso, es cómo coinciden los papeles de los diferentes líderes de la insurgencia del pasado en cualquier parte del mundo, seguramente con algunas excepciones.

Considerando que los largometrajes son parte de la expresión cultural de las sociedades, se puede asumir lo siguiente:

Un filme que describe muy bien las ideas de cómo los roles de quienes participaron en las diferentes guerras que buscaban “un mundo mejor” coinciden, es el que se titula «Arrivederci, amore, ciao» de 2006, evidentemente italiano.

La trama del largometraje discurre -tomando solo lo que interesa para este artículo-  entre quienes estuvieron del mismo lado durante una guerra, pero en posiciones muy diferentes. No obstante, la guerra está en su final. Se firmó la paz.

¿Qué hará cada personaje luego de que su quehacer en la lucha insurgente no tiene más cabida? Todo terminó, ya no hay -o debería no haber- causa para el enfrentamiento armado.

Ocurre que el líder «intelectual», luego de acabada la guerra, se dedica a escribir libros de su “grandiosa” experiencia y sus vivencias durante el conflicto, donde seguramente narra algunas batallas y cómo las condiciones del pasado no existen más -o por lo menos serían “evidentemente” mejores-. Luego de conseguir una casa editorial que le publique los libros, que no faltarán con la cooperación internacional de su lado, se retira para exponerlos en varios países.

¿Pero qué ocurre con el guerrillero raso, el combatiente, el que consagró su vida a la lucha armada, el que pasó sus años mozos creyendo que podía cambiar el mundo por los ideales que le introdujeron a fuerza de odiar a todo aquel que no pensara como le enseñaron?  Su opción, a falta de saber contar su experiencia con el lujo de detalles en prosa y hasta “fumadas” dizque filosóficas, no es otra que buscar un trabajo que le pueda brindar siquiera el sustento diario, apenas mejor que lo que tenía en la selva u otros lugares donde el conflicto se desarrollaba. Si es que consigue algo mejor, pues parecía a veces más fácil solo “echar bala” y que le medio llegara el sustento con un poquito de ayuda de otros países «convencidos» de aportar para cambiar el modelo.

El “intelectual”, según el filme -y un poco de mis agregados-, se queda disfrutando de un buen confort, de viaje en viaje y sin nada que le haga falta porque hasta vida propia tiene; apartamentos caros o casa de lujo en algún lugar de gran exclusividad.

El raso, a falta de mejores condiciones que supuestamente le traerían luchar por “un mundo mejor”, buscando una guarida que le cobije de los terribles sueños nocturnos que le recuerdan, sin piedad, que un día le quitó la vida a decenas o cientos de personas -humanos igualitos a él-, que también lucharon por lealtad a un sinfin de ideas que no tenían otro cometido que resguardar el estatus de una clase que se negaba a ceder tan siquiera un par de beneficios para el resto de personas que habitaban el mismo territorio nacional.

No es que diga que el presidente del CES sea uno de esos intelectuales que disfrutan del mejor confort que otros ni por asomo tendrán, pero como recuerdo filmes como el que cité, porque a veces pueden saltar las coincidencias.