Oportuna rectificación



El Papa Benedicto XVI aprovechó la audiencia general de esta semana para enmendar el error cometido cuando en Brasil habló del proceso de evangelización de nuestra América y lo hizo en forma satisfactoria porque reconoció los excesos cometidos durante ese proceso y que están debidamente documentados tanto por seglares como por religiosos que vivieron y fueron testigos de las atrocidades cometidas y protestaron contra ellas.

La Hora comentó la declaración del Papa en Brasil al dí­a siguiente de que pronunció el discurso ante los obispos del Episcopado Latinoamericano y dijimos que habí­a sido un resbalón importante porque lejos de tender puentes y fortalecer el ví­nculo entre la fe católica y las ancestrales creencias y prácticas de nuestros pueblos, constituí­a una provocación similar a la que hizo España cuando quiso conmemorar por todo lo alto los 500 años de la conquista. Cierto es que existen dentro de algunos pueblos latinoamericanos con predominante población indí­gena indicios del surgimiento de una teologí­a muy peculiar que es motivo de preocupación para el Vaticano y para la jerarquí­a eclesiástica, pero si la intención del Papa era la de evitar esa nueva corriente, sus palabras fueron como leña para el fuego porque lejos de aplacar la visión indí­gena, exacerbaba pasiones y sentimientos por la negativa a reconocer que el Evangelio fue impuesto a sangre y fuego.

Muchos sectores se pronunciaron respecto a la visión del Papa que era una manifestación de paternalismo hacia los pueblos indí­genas que, según el Pontí­fice, estaba aguardando ansioso la llegada de los evangelizadores para darle sentido a su vida con el conocimiento de Cristo. Que el cristianismo pueda haber enriquecido a muchos es una cosa, pero que lo estuvieran aguardando como agua de mayo es otra muy distinta y peor aún si se sostiene que la evangelización no produjo un choque cultural, cuando todos sabemos que fue de tal magnitud el choque que hasta se hizo uso de la hoguera para reducir a la parte más débil.

Nuestra preocupación era que una afirmación sin rigor histórico abriera una senda de debate en la que la Iglesia Católica iba a salir perdiendo. El contexto del discurso del Papa a los obispos nos parece un mensaje correcto para interpretar parte de la realidad latinoamericana, pero equivocado en su planteamiento inicial porque no asimiló correctamente la enseñanza irrefutable de la historia y presentaba flancos demasiado débiles a la hora de una discusión teológica de cara al surgimiento de nuevas corrientes que generan dudas e inquietudes entre la jerarquí­a eclesiástica por lo delicado del tema y la cantidad de fieles que pueden verse involucrados. Y si la idea era dar un carpetazo a la nueva teologí­a como se le dio a la teologí­a de la liberación, cabí­a el gesto autoritario, pero si lo que se quiere es fortalecer la fe, era obligado el gesto humilde al pedir perdón.