Las noticias corrían calladas, sorprendidas, discretas, sigilosas, casi en un susurro, en un país no muy lejano había ocurrido algo inusitado, poco creíble, raro, extraño, incomprensible. Las radios, los canales de televisión y las redes sociales, no daban crédito a lo que estaba ocurriendo.
Todo parecía inaudito, todo parecía como que emergía de una novela del realismo mágico, al estilo del insigne Gabriel García Márquez, con una obra que se llamara: “Como si fuera en Macondo”, seguramente el coronel Aureliano Buendía, estaría ahí, Nicolás Urbino aparecería inmediatamente y la Cándida Eréndira, diría acá estoy, hasta el gallo famoso llegaría a buscar el crédito, por esta fantástica obra.
Sucedió, como dije, en un país no muy lejano, del que sí quisiera acordarme. Un día por puro milagro, se juntaron todos los gobernantes democráticos, junto con su contraparte oligárquica, para reflexionar –escúcheme usted-, sobre el pasado en que ellos fueron protagonistas principales –créame usted-, buscando evaluar errores y aciertos –ríase usted- y a partir de este debate crítico, plantear una agenda estratégica, una hoja de ruta crítica –desmáyese usted- y presentarla al nuevo gobernante y su equipo, para cambiar el estado de cosas –asústese usted-.
Cada uno de ellos hizo su balance crítico y aceptaron al final, que poco habían hecho por el país –carcajéese usted- y que la suma de logros era magra, mientras que la cauda de errores era inmensamente larga y profunda, por lo que resultaba necesario un “golpe de timón”, un “alto en el camino”. La contraparte, fiel a sus posturas, refirió que mucho se había avanzado, que la economía caminaba bien, que sus empresas estaban bien y que ellos habían acumulado y en este esfuerzo complicado, duro y de mucho trabajo –imagínese usted-, se habían dado cuenta que lo social era un error del mercado y el Estado y que muchos programas sociales se habían impulsado, pero la gente era demasiado haragana y que no querían trabajar –aguante usted-, pero que estaba bien, era necesario restablecer ciertos alcances y que se comprometían, a incrementar la carga tributaria, principalmente elevando los impuestos directos, en un rango de no más del 1% y no menos del 1% -púchica diga usted- y que se portaban espléndidos porque veían la necesidad de un cambio en la matriz social del país –generosos diría usted-.
La reunión duró varios días, todo el pueblo estaba preocupado porque nunca se había dado un cónclave de tal magnitud, tantos expresidentes juntos, ah y hasta aquel estaba; fue tal la conmoción que causó esta junta, que hasta los noticieros internacionales llegaron al país, llegó a tal extremo la bulla que la NBA suspendió sus partidos, el propio Messi se juntó con Cristiano Ronaldo y se pusieron de “piernas caídas”, hasta que de ese suceso saliera algo importante para el país, Obama dijo que pararía su campaña para reconocer qué se escondía detrás de este movimiento extraño.
En esa expectación se encontraba el mundo entero, cuando se vino un ruido tremendo, como si el fin del mundo llegara; el estruendo iba acompañado de lluvia; el cielo se había nublado y un movimiento de aire fuerte se gestó y produjo un auténtico tornado –el caballo del Zorro, se recordó usted-, los techos del lugar se empezaron a levantar; las láminas volaban por doquier; los pedazos de madera y cemento cayeron sobre los carros cercanos; se fue la luz y el pánico cundió entre los presentes, pensaron que todos aquellos pecaditos que se acarrean para siempre, habían tomado forma de tormenta y les llegaba el juicio final y todos huyeron despavoridos y asustados. Como si fuera Macondo, nuestros personajes de la historia, habían hecho su reunión en la zona 3 y hasta ahí había llegado esa tormenta discreta, que sin querer evitó que la reunión concluyera y con ello el país perdió otra gran oportunidad –recupere la calma usted-.