El director mexicano Carlos Reygadas ha vuelto ayer por segunda vez a la Sección Oficial del Festival de Cannes con un relato que transcurre en una virtuosa comunidad menonita de México y supone una ruptura drástica con respecto a sus anteriores «Japón» y «Batalla en el cielo».
Reygadas nos introduce esta vez en esta comunidad agrícola tradicional -en México son más de 100.000- que tiene un sistema de educación propio, vive sin energía eléctrica ni teléfono, pero acepta los coches y la medicina científica.
Esta comunidad de origen europeo habla una variante del holandés llamada plautdietsch y de ahí el título original de la película, «Stellet licht».
También en una familia numerosa de esa comunidad estricta las apariencias pueden resultar engañosas y el hombre casado puede enamorarse de otra mujer y ceder a la tentación.
«El adulterio está extendido por doquier, en todas las comunidades, sociedades, culturas. No creo que el personaje esté confrontado a su problema por culpa de la religión», explicó Reygadas, de 36 años, a la AFP.
Reygadas, que se ha ganado una reputación de «provocación» o de atrevido con sus crudas escenas de sexo, ofrece esta vez una historia virtuosa pero radical de nuevo, que juega con la paciencia del espectador durante dos horas y media, a base de dilatar el tiempo y acentuar el lado estático de los personajes hasta dar al conjunto una apariencia irreal.
De inspiración documental o casi (los actores no son profesionales), con cámara fundamentalmente a base de trípode y movimientos con frecuencia impercetibles, una banda sonora que da gran importancia a los sonidos de la naturaleza, cuando no a una radio de fondo que desgrana «Volveré», «Luz silenciosa» es radical por «decalé», a contracorriente, en su forma y contenido.
En un momento determinado, la cámara sorprende a unos menonitas viendo a Jacques Brel por la televisión en una caravana en medio de la nada. El director confiesa a la AFP que el cantante belga está ahí porque le gusta mucho lo que representa. No le hace falta más justificacion para incluir ese momento surrealista.
Posiblemente, la nueva película tenga parentesco con los hermanos Coen de «Fargo», con las maneras del francés Bruno Dumont o con la estética solemne del ruso Andrey Zvyagintsev, que presentó la semana pasada «Izgnanie» (Destierro) y comparte con Reygadas la admiración por Sokurov o Tarkovsky.
«Luz silenciosa» tiene mucho en común con la esencia de las dos películas anteriores del propio Reygadas en su manera de explorar un universo, reflejar momentos de dolor inmenso, poner de manifiesto las falsas apariencias o permitirse incluir aquí una resurrección, verdadera o falsa, a modo de colofón.
Con «Luz silenciosa», Reygadas se afirma como un autor aparte dentro del panorama mexicano e internacional, menos consensual que otros compatriotas de moda, los González Iñárritu, Del Toro o Cuarón.
«La nacionalidad en el cine es accesoria. Eso vale para el fútbol o la guerra», apunta con una sonrisa. «Somos 110 millones de mexicanos y 10 ó 20 cineastas que, en México o Estados Unidos, hacemos películas de autor, películas comerciales… ¡No tiene nada de particular!».