Hoy publicamos un reportaje sobre uno de los eslabones del crimen en lo que se pone muy poca atención, sobre todo porque la mayoría de la gente que incurre en esa práctica se considera honorable, decente y ajena a cualquier acción delictiva. Sin embargo, cada vez que alguien compra teléfonos, radios de carro, repuestos o cualquier artículo que ha sido robado, se convierte en parte del delito y, peor que eso, en el elemento que estimula la práctica criminal en el país porque así como sin empresarios que ofrezcan sobornos no habría funcionarios sobornados, tampoco habría ladrones de celulares si no tuvieran a quién venderle esos artículos.
Las autoridades saben exactamente dónde se comercia con artículos robados porque son sitios de conocimiento público y los vendedores exponen sin ningún tipo de vergüenza el producto de los asaltos para que los “marchantes” puedan adquirir tranquilamente y sin remordimiento el teléfono que sustituye posiblemente al que les fue robado hace algunas horas. Nadie se preocupa por saber si en el asalto que permitió colocar en el mercado el aparato alguien fue muerto, herido o sufrió irreparables daños sicológicos. El comprador prefiere no saber qué hay atrás de lo que está adquiriendo y así adormece su conciencia pensando únicamente en que le salió más barato reponer su celular comprando otro robado en vez de ir a la empresa que le aplicaría un deducible leonino como parte del seguro.
Si uno le pregunta a alguien que adquirió así algún objeto, dirá que el robo no es problema suyo, que no le consta que haya sido robado o cualquier otra excusa por el estilo. Nadie asume la responsabilidad de entender que al comprar cosas robadas está siendo parte de la cadena criminal, cómplice de los hechos violentos que ocurren diariamente en el país y que con esa práctica uno está alentando a que cada día haya más ladrones porque todos saben que el producto de sus fechorías tiene demanda en el mercado nacional.
En una inmensa mayoría de los casos, los compradores de lo robado fueron ya víctimas de robo. Quien va a buscar los platos para cubrir el aro de las llantas de su carro, el símbolo de la marca del vehículo o el radio del que lo despojaron, sintió en carne propia el efecto de la acción de los delincuentes, pero no repara en que además de haber sido robado todavía les está garantizando las ganancias a los ladrones. Quien repone su teléfono celular comprando uno robado, olvida que él mismo sufrió la desagradable experiencia de tener una pistola apuntando a la sien mientras que el energúmeno pega de gritos reclamando la entrega inmediata del aparato.
Y el asunto es sencillo: Si dejáramos de comprar robado, no habría tanto robo en el país.
Minutero:
Dejemos ya de alentar
tanto robo y tanto asalto;
bastaría que pongamos un alto
a lo robado comprar