La escritora ecuatoriana Nancy Bedón estuvo recientemente en el país, con motivo de participar en la Feria Internacional del Libro en Guatemala (Filgua), y ofrecer su punto de vista sobre la evolución de la literatura indígena.
Ella es socióloga, pero también se desempeña como escritora, en dos tendencias: cuentos para niños y poesía para mujeres. Pertenece al pueblo indígena Kitu Kara, y sus esfuerzos se encaminan a reencontrarse con la sabiduría y creencias de sus ancestros.
Al igual que como ha ocurrido con otros pueblos indígenas de América, los Kitu Kara han quedado alejados del canon literario, y a través de la escritura de sus historias buscan retomar una tradición que parece perdida, que a pesar de todo aún hay esperanzas de recuperarse.
Según Bedón, un gran problema fue que se permitió que se rompiera con la tradición. La televisión y los videojuegos solo han permitido que el ser humano se encierre en sí mismo y que no comparta. Incluso, cuando se ve la televisión en familia, no hay convivencia, porque cada quien observa ensimismado.
Es por ello que la opción de esta escritora es iniciar con la recuperación de las historias y los juegos de su pueblo. El contar historias a los niños es hacer comunidad. Se rompe, en primer lugar, esa barrera que forma la televisión. Se está con los niños, y además se puede transmitir la historia de los antepasados.
Entre lo que más llama la atención de los niños son esas leyendas o historias de terror. Bedón comenta algunas de estas, y que básicamente se refieren a las leyendas que, como las de Guatemala, buscan enseñar a través de ejemplos sencillos sobre lo que está bien y lo que está mal; en caso de optar a esto último, un final aterrador le espera al personaje.
El problema podría venir de los mismos adultos, porque aunque los niños respondan a estos estímulos, la vida más acelerada y con menos tiempos, hace que se deje en último lugar a los niños, y sea más fácil prender la televisión para que se entretengan, y que los adultos puedan continuar con sus actividades. Pero esto es, según Bedón, precisamente lo que le pasó a la generación anterior, es decir a nuestros padres y a nosotros como niños (ahora adultos), que nos criamos frente a una televisión y hemos perdido ese concepto de comunidad.
Y a pesar de ser de miedo las historias, a los niños les gusta.
Además, anteriormente se tenía el problema de que la literatura para niños se refería a cuentos provenientes de Europa, y que hablaban de princesas y reyes y castillos y caballeros, realidad que no nos pertenece. Entonces, los valores son más difíciles de comprender.
Mucho más comprensible es el hablar de lugares cercanos, de personajes conocidos, o incluso de animales y plantas de la comunidad. Porque a veces, los cuentos de origen europeo nos hablan de lugares cuya pronunciación desconocemos, o tal rey famoso pero que en América no se conoce, o de animales y plantas ajenas a nuestra realidad.
Es un efecto de la globalización, obviamente, en que se intenta unificar la cultura. Pero afortunadamente han surgido movimientos en reacción que intentan todo lo contrario, que es mantener los valores locales, ante un avance de una cultura generalizada.
Otro ejemplo es, según Bedón, el de los juegos tradicionales. A veces los videojuegos han sumido a los niños a una soledad, e incluso consideran que es aburrido jugar en comunidad. Pero cuando se les obliga un poco a jugar, son capaces de divertirse mucho.
“Nos hemos convertido en compradores compulsivos, y nos han metido en la cabeza que debemos tener tal cosa, o la otra. Pero nos hemos olvidado de la muñeca de trapo, o de la serpiente que mamá hacía con calcetines”.
En ese sentido, para Bedón no se trata de un simple regionalismo o de orgullo por lo nuestro, y que por ello debe preferirse lo local. Más bien, se trata de que los niños se miren y se recuperen en comunidad. No solo porque sea más comprensible.
Por ello, Bedón presentó su libro, en el cual ofrece cuentos para niños, pero que no son para leer solos, sino que también requieren la ayuda del papá.
De la misma forma, en su poesía, dirigida hacia las mujeres, habla de una sexualidad pero que no se determina por el erotismo occidental, que se basa en el desnudo. Para Bedón, desde la espiritualidad de su pueblo, también es muy importante los olores, los colores y otros aspectos. Y por ello hay una recuperación de esto, que es otra forma de ver la vida.
Nací sobre el suelo
de un viejo cuarto de arriendo,
de una humilde mujer con aromas de campo
y negras trenzas prendidas y a su pecho me amamanté.
Mis hermanos más cercanos
los árboles, los pájaros y los nomos
que vienen y van entre campestres flores.
De mi abuela heredé
el lenguaje de la naturaleza,
aprendí a dormir sobre el verde pasto
mientras mis venas
se extendían penetrando la tierra, anudándose
a las raíces más gruesas.
Se me fue legado
la posibilidad de unirme al vuelo de los pájaros,
al lado del cóndor viajé hasta las nubes,
alcancé las estrellas,
versátil me movía con mi hermano colibrí,
conocí el tiempo anudado al movimiento,
devine en aromas colores y rosas,
así crecí.
Un buen día el sol travieso, soltó mis trenzas,
sumergió mi cuerpo en cristalinas aguas de viejos volcanes,
cubrió mi piel de flores vino y canela,
prendió en mi pecho un pedazo de sí,
para luego una margarita blanca asir a mis cabellos;
justo esa mañana cruzabas locura mía este mismo sendero.
Nancy Bedón