Hizo falta que el partido de Manuel Baldizón les destapara el juego para que las autoridades de gobierno reconocieran la concesión que ya firmaron en escritura pública con el grupo español Terminal de Contenedores de Barcelona que, por 25 años, gozará del usufructo de una inmensa extensión de terreno de Puerto Quetzal para construir su propia terminal. No hay otra palabra para describir a los funcionarios de este gobierno que la de desvergonzados porque sigilosamente, callada la boca, a hurtadillas, concretaron un negocio que por lo menos tenía que haber sido objeto de una licitación pública.
Ayer mismo publicamos la aclaración del grupo Wisa que es propietaria de La Riviera, la controversial tienda libre. Ellos dicen que obtuvieron el arrendamiento de locales en forma transparente, pero no dicen que fueron privadamente invitados por el director de aeronáutica de Berger y en menos de dos horas les firmaron los arrendamientos en lugares privilegiados. Fue otro negocio, como éste, hecho sigilosamente, callada la boca y de manera por demás turbia. En otras palabras, Guatemala no cambia más que para hacer más grandes los negocios, porque este del puerto es, sin duda alguna, más significativo que el de una tienda libre.
Pérez Molina se ha llenado la boca criticando la corrupción rampante en el gobierno de Colom, pero este contrato, suscrito en forma secreta por un funcionario que es interventor de una portuaria y que no tiene facultades legales para disponer así del patrimonio de los guatemaltecos, evidencia que seguimos “con la misma plor ploreada”. Nada cambia más que los beneficiarios de los trinquetes, puesto que de los que se hicieron con el negocio de las grúas desde tiempos de Arzú, ahora se pasa idéntico negocio a una firma española que puede ser muy bien calificada y tener mucha experiencia, pero que no llenó ningún requisito para usufructuar bienes del Estado.
Los terrenos de la Empresa Portuaria Quetzal son propiedad de los guatemaltecos y no del interventor nombrado por el Presidente de la República ni, mucho menos, del mandatario Pérez Molina. Por lo tanto, para disponer de ellos de cualquier forma debieron llenar los requisitos de ley y hacerlo de manera pública y transparente. No hacerlo, actuar como lo hicieron, los pinta simplemente como desvergonzados, expresión muy fuerte pero que es absolutamente necesaria para calificar el comportamiento aberrante de quienes creen que son dueños del patrimonio nacional y disponen de él a sabor y antojo.
Cuando un negocio es lícito y honesto, ninguna necesidad hay de ocultarlo. Lo turbio, lo sucio y corrupto, tiene que hacerse bajo la mesa como se hizo con lo del puerto.
Minutero:
Otorgan la concesión
en maniobra silenciosa;
fue una actitud vergonzosa
p´ tapar la corrupción