Crecen las evidencias de que el líder Kim Jong Un conducirá Corea del Norte de manera muy diferente a su hermético padre: desde su afición por el ratón Mickey y sus apariciones públicas con una misteriosa acompañante hasta un atisbo de reforma económica y la sorpresiva destitución de su mentor militar.
Siete meses después de heredar la conducción nacional de Kim Jong Il, el líder que todavía no ha llegado a los 30 años de pronto empezó a aparecer en público en compañía de una joven muy hermosa. Vestida con un traje elegante de corte moderno, actuó con el aplomo de una primera dama, sentada junto a él, para presenciar una actuación inolvidable: el ratón Mickey regodeándose con mujeres con vestiditos negros tocando violines eléctricos.
Unos días después, un video la mostró flirteando con Kim Jong Un durante una visita a un jardín de infantes. Inmediatamente pasó a ser sujeto de conjeturas insistentes: ¿Es su esposa, su novia o una amiga?
Sin embargo, los aires de cambio se extienden más allá de Mickey y las minifaldas: se está produciendo un cambio de guardia en el poderoso aparato militar de Corea del Norte, a medida que Kim retira a los confidentes de su padre y eleva a una generación de generales más jóvenes.
Promovió a un grupo de economistas más jóvenes en puestos clave del partido, como parte de una iniciativa para resucitar una economía que ha quedado muy atrasada respecto del resto de Asia.
Corea del Norte ha despachado burócratas para atraer nuevas inversiones extranjeras. Una rara admisión de fracaso ocurrió cuando un cohete norcoreano no logró entrar en órbita. Kim Jong Un ha pronunciado un par de discursos públicos mientras su padre evitaba hacerlo.
Para el resto del mundo estos cambios parecen triviales, pero en Corea del Norte representan una conmoción. Durante décadas este país siguió una filosofía de «juche», o autodependencia. La política era cerrarse al mundo y ocultar las vidas privadas de sus líderes.
En las calles de la capital se notan los cambios. Se oye la tonada de canciones populares de los ahora numerosos teléfonos celulares de los más acomodados de Pyongyang. Una ola de construcciones está modificando la silueta de la ciudad.
Sin embargo, está por verse si estos cambios superficiales se traducirán en un cambio político real.
Enfrentado desde hace tiempo con Estados Unidos y sus aliados por un programa nuclear que se niega a abandonar, Corea del Norte se ha visto en figurillas para alimentar a su población.
Un informe reciente de Naciones Unidas dijo que dos tercios de sus 24 millones de habitantes enfrentan una escasez crónica de alimentos y además el acceso al agua potable, suministro regular de electricidad y medicinas sigue siendo remoto para la mayoría de quienes viven en el interior subdesarrollado.
Un grupo defensor de los derechos humanos, con sede en Estados Unidos, calcula que decenas de miles de prisioneros languidecen en campamentos penales de estilo soviético.
Aun así, existe una chispa de esperanza en los pasos diminutos que está dando Corea del Norte, opinó John Delury, profesor adjunto de la Universidad Yonsei de Corea del Sur, que ha visitado Pyongyang varias veces en los últimos días.
«Este es el modo sutil en que Deng Xiaoping anunciaba una nueva dirección en la década de 1970 en China», afirmó. «No empieza con nadie que diga ‘Bueno, vamos a abandonar el comunismo’. Empieza con pequeñeces como estas».
De todos modos es demasiado prematuro como para hablar de «reformas» económicas y políticas, advirtió Daniel Pinkston, un analista del Grupo de Crisis Internacionales. Corea del Norte debe implementar cambios estructurales duraderos antes de que se pueda usar ese término para describir la situación.