Hoy se cumplen los primeros seis meses del actual período constitucional, lo que plantea un momento oportuno para revisar el curso que ha tomado el país luego del cambio de autoridades. Los aspectos más relevantes son una reforma fiscal que no aumentó la capacidad del Gobierno para generar ingresos, la idea no desarrollada de legalización de la droga, la formación de fuerzas de tarea para combatir formas de crimen que afectan a los ciudadanos, la propuesta de reforma constitucional y el fracaso de las iniciativas para aprobar leyes contra la corrupción.
Someramente ese es el panorama a la mitad del primer año del Gobierno. Pero en forma paralela hay que analizar también que el país lleva prácticamente seis meses sin Poder Legislativo, puesto que el Congreso se entrampó a partir del mal manejo de una interpelación, no sólo por los opositores interpelantes, sino por el oficialismo y el mismo interpelado que decidió renunciar de viva voz, frenando la interpelación, para luego seguir en el puesto como si tal cosa, lo que sirvió en bandeja la oportunidad de ponerle candado a la labor parlamentaria.
Hay avances en términos de seguridad, sin duda alguna, con la cooperación de un Ministerio Público que también muestra eficiencia y que está siendo pilar en la lucha contra la impunidad. Falta muchísimo aún por lograr, pero ciertas capturas y ciertas investigaciones han permitido a los ciudadanos confiar en que se puede tener al menos esperanza de que algún día las cosas puedan mejorar considerablemente.
Un país en estado de calamidad como ha sido el nuestro durante las últimas décadas, no puede en seis meses resolver sus problemas y por lo tanto el plazo es demasiado corto para hacer mediciones efectivas. En seis meses, eso sí, se puede ir conociendo el color de la melcocha, como decían los abuelos, y en este caso todo pinta a que habrá más de lo mismo, que en aspectos fundamentales como la lucha contra la corrupción no hay espacio en la agenda oficial. Desde que el Ministro de Finanzas justificó los fideicomisos, fue claro que el Gobierno tiene prioridades que no van de la mano de la lucha contra el tráfico de influencias y el enriquecimiento ilícito. Y si en ese campo no se avanza, cualquier otro logro será efímero porque tarde o temprano las redes de corrupción lo harán inútil. Hay que entender que tenemos un Estado al servicio de los corruptos y que mientas no se cambie ese aspecto fundamental de nuestra institucionalidad, todo lo demás termina siendo irrelevante porque tarde o temprano los pícaros recuperarán control de lo que se les vaya yendo de las manos, como puede ser el mismo Ministerio Público.
Minutero:
Hay avances y reveses
pero nada impresionante
como para un nuevo talante
apenas pasados seis meses