Steve Nash pudo haberse embolsado más dinero mientras disfrutaba el ocaso de su ilustre carrera en la NBA jugando en Manhattan, donde reside durante el receso de temporada. O pudo haber regresado a su natal Canadá con Toronto.

En vez de ello, el base eligió mudarse a Hollywood.

Nash, dos veces nombrado el jugador más valioso de la NBA, será compañero de Kobe Bryant y de los astros que terminen fichados por Los Ángeles. Podrá pelear por un título durante unas campañas más, en el mejor equipo que pudo encontrar cerca de Phoenix, donde residen sus tres hijos.

¿Qué importa entonces si los Lakers han figurado entre sus rivales acérrimos durante toda su carrera en la NBA, tanto en Dallas como en Phoenix? ¿Qué interesa si Nash jugará detrás de un astro que suele acaparar el balón y que normalmente no lo ha compartido con un armador de la capacidad del canadiense? ¿Qué hay de malo si Nash no puede usar el número 13, pues éste fue retirado y cuelga como reliquia en el Staples Center, atado para siempre al recuerdo de Wilt Chamberlain?

La relación con sus hijos y la posibilidad de ser campeón pesaron más en la mente de Nash cuando accedió a ser contratado por los Suns y cedido de inmediato a Los Ángeles, a partir de la semana próxima.

«La idea de estar cerca de mi hijo y de mis hijas, que estarán en Phoenix, fue prioritaria», dijo Nash el jueves a la estación de ESPN en Los Ángeles.

El canadiense de 38 años dijo que charló con Bryant el lunes por teléfono, para preguntarle si lo quería como compañero.

Bryant interrumpió brevemente una clínica de basquetbol en Santa Bárbara para confirmar su opinión de que Nash sería una adición perfecta para los Lakers. Aportaría un nivel de juego que el equipo no ha tenido en esa posición, ni siquiera en los mejores años de Derek Fisher, un talento para generar jugadas que los Lakers no han conocido desde que Magic Johnson era el dueño del espectáculo.