El primer obispo de Guatemala


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Licenciado Francisco Marroquín y Hurtado (¿ ?-1563), Según el cronista fray Antonio de Remesal (OP)

El obispo Marroquín, como le llamo de ahora en adelante, es una de las figuras más importantes de la historia de Guatemala, hombre del renacimiento y pretridentino, amó a esta tierra y creyó en ella, en una época en la que esta apuesta era difícil de imaginar.

POR EL DR. GERARDO RAMÍREZ SAMAYOA*

En 1524, se inicia el proceso de conquista española de los diferentes reinos y cacicazgos, del Altiplano y de la Costa Sur, proceso largo y complejo, dentro de este escenario nació  en 1527, el primer asentamiento español estable, Santiago en Almolonga, y con él la necesidad de organizarlo desde el punto de vista administrativo, social, económico y de abastecimiento, siguiendo desde luego lo modelos españoles de gobierno de villas y ciudades y las condiciones que presentaba el territorio conquistado, junto con sus habitantes. No se encontraron las riquezas metálicas de México ni las de Perú, por lo que el resarcimiento y recuperación económica y futuro enriquecimiento por parte de los conquistadores y primeros vecinos se dirigió a la tierra, a la producción agrícola de subsistencia y tenencia de esclavos  indígenas que la cultivaran.

El liderazgo del adelantado y principal líder de los conquistadores en cuanto a la organización y progreso de la nueva ciudad fue muy pobre, su personalidad;  guerrero, aventurero, calculador, con deseos de nobleza y enriquecimiento, provocaron que su estancia fuera por cortos períodos en los que imponía su voluntad y de alguna manera, desorganizaba lo que estaba funcionando. Su principal acierto fue traer a la nueva ciudad al futuro obispo Marroquín, aunque con las precipitaciones que le caracterizaban, ya sea por iniciar nuevas proyectos de conquista o por viajes a México o España, en una de estas aventuras, su vida terminó trágicamente.

No cabe duda que el licenciado Marroquín fue la guía y referencia de esta singular población, compuesta por una población heterogénea; alrededor de 150 familias españolas, indios mexicanos que pelearon en la conquista, algunos esclavos negros, e indígenas de distintas etnias.

No cabe agregar generalidades, en una serie de entregas a este importante “Suplemento Cultural”, trataré de reconstruir la historia de este azaroso período de nuestra historia, y sobre todo investigar la documentación que existe sobre él, que como dato curioso, fuera de sus “Cartas”, no se encuentran mayores datos. Por lo que estableciendo un orden cronológico, hasta donde sea posible, iniciamos el estudio con el cronista que más información nos proporciona en ambos aspectos: Fray Antonio de Remesal. Un primer punto de la metodología a seguir, es la de respetar la originalidad de su texto, no interpretarlo a conveniencia sino partiendo de sus objetivos e intereses. Entendiendo que escribe más de medio siglo después, durante una corta estancia en la ciudad de Santiago de Guatemala (1614-1616, 1621), desde hacía más de medio siglo, ya en el valle de  Panchoy, y a pesar de las fuentes de primer orden que consultó, no pudo tener acceso a los libros de cabildo catedralicio, por fuertes y devastadoras desavenencias con uno de los representantes más poderosos y polémicos del poder criollo, comisario de la Inquisición  en la ciudad, el Deán del Cabildo, Felipe Ruíz del Corral, quién ha pasado a la historia más por este trágico enfrentamiento que por sus acciones en beneficio de la ciudad.

Me parece importante conocer al autor y a sus fuentes y la interpretación que hace de estas, para comprender los ejes que utiliza para escribir los hechos y a los personajes, por estos motivos, y dada su importancia como fuente para conocer aspectos de la vida y hechos del primer obispo, escribir unas notas preliminares que considero orientaran al lector.

Me cabe advertir, que, como sucede con los hombres determinantes en la historia de una nación, cultura,  religión o  ideología, están sujetos al manipuleo de generaciones posteriores quienes ven en ellos lo que no existió, ponen en sus labios lo que no dijeron, y los hacen actuar en el contexto contemporáneo, sacándolos de su realidad y entorno histórico.  Las reconstrucciones sincrónicas de la historia sencillamente no casan con ella, el método histórico las rechaza. El motivo es que predominan más, las pasiones, las tendencias, y el querer actualizar un hecho o un personaje  que ocurrió o vivió en un contexto muy distinto.   

FRAY ANTONIO DE REMESAL Y SU OBRA

Uno de los cronistas más importantes del período colonial es el dominico fray Antonio de Remesal. Su obra Historia de la provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala de la Orden de nuestro Glorioso Padre Santo Domingo. Escrivense juntamente los principios de las demás Provincias de esta Religión de las Indias Occidentales y lo Secular de la Gobernación de Guatemala (ver reproducción de portada)(1), fue de consulta obligada y referencia básica  para las crónicas que escribieron más tarde sus hermanos de orden y  sucesores en el oficio: fray Antonio de Molina y principalmente  fray Francisco Ximénez. Para los estudiosos contemporáneos de las crónicas de Indias y en particular aquellos interesados en las gestas del fray Bartolomé de las Casas (Casus) la crónica remesaliana es de particular importancia. 

Debo agregar, que en el  caso de la historia colonial de Guatemala y de actual estado mexicano de Chiapas en el siglo XVI, es la fuente bibliográfica más extensa y variada. Estas características obedecen a varias causas: en primer lugar la capacidad intelectual de fray Antonio, era un hebraísta y biblista que llegó incluso a impartir clases como profesor sustituto en la universidad de Alcalá.(2) Pero ante era historiador, que lo llevó a investigar y estar en contacto con documentos que sacudió y despertó de su letargo y destrucción y con una  diligencia y capacidad de estudio y trabajo logró su paleografía e integrarlos en su obra. En segundo, están las fuentes que consultó: tuvo acceso a documentación lascaciana original guardada en un adjunto de la biblioteca del colegio San Gregorio de Valladolid, lo que considera, Sáenz de Santa María (historiador jesuita, de la segunda mitad del siglo pasado) despertó en el su espíritu americanista.(3) Por otra parte, consultó escritos, hoy perdidos, como los de fray Salvador de San Cipriano, fray Tomás de la La Torre, fray Alonso de Noreña, y en lo que respecta específicamente al tema, tuvo acceso a los archivos del Cabildo de Santiago de Guatemala (teniendo acceso a documentos y libros de actas, que hasta hace poco se consideraban desaparecidos, siendo sus escritos la única referencia), por otra, gracias a su amistad con el Conde de la Gomera quien ejercía el cargo de Presidente y Capitán General y su paisano Maldonado y Paz (gallego),  pudo consultar los archivos de la Audiencia, al primero dedicó su obra (ver ilustración de portada). De manera especial, pudo también consultar los archivos de su orden en Guatemala. Así como documentos familiares de los vecinos de la ciudad.  Como puede deducirse, el trabajo fue enorme, su dedicación permanente.(4)

No todo, sin embargo, es elogio, hay críticos que han estudiado la obra y han señalado sus partes débiles,  ha sido tildada de muy general, ambiciosa, y en ciertos temas poco profundos y dispersos, Simón Válcarcel Martínez, es quizá el investigador más crítico al respecto, su análisis  es bastante concreto y revela el conocimiento de la crónica.(5)

Lamentablemente el título de la crónica se ha simplificado a: “Historia general de las Indias occidentales y particular de la gobernación de Chiapa y Guatemala”, y peor aún a: Historia a: Historia de las Indias Occidentales. Estos dos son engañosos, ya que pueden dar lugar a desvirtuar el objetivo primordial de la obra, que fue el registrar la historia de la labor de la orden dominica en la conversión, evangelización y organización del nuevo mundo, siendo por lo tanto una historia épica, en las que los héroes, son los frailes predicadores que sin otra arma que su fe, defendieron al indígena y conquistaron territorios recónditos e inexpugnables. Obviamente, dentro de esta gesta la orden y sus personajes se relaciones con las autoridades del poder real, edilicio y episcopal. La crónica no es por lo tanto una obra de carácter biográfico ni muchos menos un episcopologio. El principal personaje al que hace referencia es a fray Bartolomé de las Casas (Casaus), a cuya misión y actividad dedica sesenta y nueve capítulos, generalmente en tono de admiración y laudatorio. Actitud que ha generado la crítica del grupo antilascasiano (al que se suman muchos sin haber leído la obra). Vale la pena agregar que esta parte es la que ha generado más lectores e investigadores y fama a la crónica, como ya lo anoté.(6)

EL PRIMER OBISPO EN LA OBRA DE REMESAL

Siguiendo el orden en que aparecen las menciones al prelado, la primera de estas aparece en forma repentina en el capítulo 5 del libro segundo, con motivo de su viaje a Santiago de Guatemala acompañando al adelantado Pedro de Alvarado, y particularmente a las instrucciones que le dio fray Domingo Betanzos concernientes al orden a seguir en las confesiones de los españoles, que al parecer un año antes habían enviado el Consejo y los letrados del emperador.(7)

El conquistador en compañía de su esposa doña Beatriz de la Cueva y del aún presbítero, llegaron a la ciudad a principios de abril de 1530. Tomó posesión de su cargo de gobernador y capitán general, inmediato al Emperador, con jurisdicción también en el gobierno eclesiástico. Esta suma de poderes resultó esencial para los cambios que efectuó en los meses siguientes, tanto en la sustitución de regidores y justicias así como cura, padre Juan Godínez, y nombrar en lugar al licenciado Marroquín, en sesión de cabildo el 3 de junio del mismo año, para lo que hizo un auto en el que explica sus decisiones y las bases legales que tenía para efectuar estas acciones, el cronista copió este documento, al que añadió la aceptación de las autoridades, el juramento del nuevo párroco, y los honorarios que percibiría. Independientemente de lo acertado de la elección y la calidad del elegido, fue evidente que Alvarado manipuló el proceso e impuso su voluntad. Más adelante se verá que se saltó los procedimientos legales, y que hubo coacción de su parte y de su esposa para que el licenciado Marroquín aceptara el cargo. Obviamente quién negó que los hechos narrados por el cronista fueran verdaderos fue su adversario el deán Felipe Ruíz del Corral, sin ningún argumento ni base documental, más que su palabra.(8)
La segunda mención al prelado la sitúa el cronista en 1534, ya el licenciado Marroquín había sido electo obispo de la diócesis de Guatemala, aclarando en forma puntual, que su nombramiento fue a causa de la “reacusación” o negativa del padre fray Domingo de Bentazos  en aceptar el cargo por motivos personales.  Sin perder de vista el eje central de su libro: la historia de la orden dominica, sitúa la acción inmediata del nuevo pastor fue la traer frailes dominicos que colaboraran en las labores de conversión y parroquiales, ya que el territorio que comprendía la diócesis era en extremo extenso (incluía  además de la provincia de Guatemala: Chiapas, Soconusco, El Salvador y las Verapaces) Menciona que en la ciudad solo estaba el obispo y el padre Godínez, y que en el resto de la provincia otros tres o cuatro clérigos.(9) Remesal hace mención de una carta, dirigida por el obispo a fray Bartolomé de las Casas (Casaus) director de la comunidad de dominicos de la ciudad de León, Nicaragua, Sáenz de Santa María, considera que no existió tal documento y la cita es producto de la invención del cronista. El dato que si basa en archivos de la Audiencia, es que el licenciado Marroquín pagó la venida de los frailes: “Hizo el electo de Guatemala la costa a los religiosos que vinieron desde Nicaragua a su ciudad, y así consta por memoriales antiguos de su letra, que yo he visto escritos…Y estos papeles sacados del archivo de la Audiencia…”(10). Hay un juicio de valor en el que deduce el compromiso y amor que el prelado siente por su diócesis y al mismo tiempo hay una pequeña apología acerca de la antigüedad de los dominicos en Santiago de Guatemala, aludiendo sobre todo a la labor de fray Domingo Betanzos, su ausencia, y el retorno de la orden. Detrás, el relato es un prólogo, para introducir al padre las Casas a Guatemala.

La siguiente referencia al obispo Marroquín, la sitúa el cronista a principios de noviembre de 1546, el prelado había asistido a una “junta eclesiástica” ordenada  por el visitador Francisco Tello de Sandoval, a su retorno a Santiago de Guatemala,  pasa por Ciudad Real de Chiapas, durante su estancia, que se prolongó hasta el mes de enero del año siguiente, realizó varios actos: celebró bendijo el nuevo sitio del convento dominico, la iglesia y el cementerio, estableció la limosna que cada pueblo indígena diese a los padres “como ración de su sustento”, al igual que con algunos encomenderos  para que les diesen limosna  de “trigo y vino”. Comentó con los frailes las conclusiones de la junta, y efectuó reuniones para conciliar la paz entre seglares y religiosos. Chiapas había sido parte de su diócesis y durante su mandato, tasó el trabajo indígena, y como menciona el cronista “y en parte los alivió de sus trabajos”. Es por demás interesante la descripción que hace del carácter y personalidad del prelado “era afable en su conversación y humilde en su persona”. En 1546, la provincia de Chiapas, desde el punto de vista eclesiástico fue separada de la diócesis de Guatemala para convertirse en una, con sede episcopal en Ciudad Real, siendo su primer obispo real, fray Bartolomé de las Casas, sin embargo, estuvo tan solo año en el cargo, 1545-1546, debido a los serios conflictos que tuvo con los encomenderos españoles.(11)

Otra cita a la actuación del obispo, la proporciona Remesal, con relación a la diferencia de trato que tenía con los clérigos a diferencia del que daba a los religiosos.  Si bien no recrimina su actitud ni lo juzga por ella, si se lamenta y considera que hay ingratitud, más que de parte del prelado, de la sociedad y de las autoridades: “Fue también traza del demonio interesado en las diferencias y contradicciones que sembró entre los religiosos que los personajes más grandes de la república, que eran el licenciado Briceño, gobernador, y el obispo don Francisco Marroquín, los desfavoreciecen; y no mirasen ni tratasen sus cosas como personas comunes, sino tan particulares como quien vengaba en ellos sus enojos y agravios. Y de que esto fue nuevo, y semilla de Satanás, sembrada en los corazones de tan cristianos personajes y que tanto amaban y querían entrambas religiones…que no hubo cosa en el mundo que el obispo don Francisco Marroquín más quisiese que a los religiosos”.(12) Los argumentos que pueden justificar esta postura del obispo de acuerdo con Sáenz de Santa María son: “…, pasado el primer impulso evangelizador hubiera deseado poner clérigos en las parroquias; tampoco estuvo siempre de acuerdo con los métodos lascacianos que los religiosos preconizaban”. Agregaría que hay que leer detenidamente el libro décimo capítulo segundo, para conocer las dificultades que fue teniendo con los clérigos, en especial debido al grado de independencia con que se manejaban, propio de su condición, así como a la marcada influencia en la religión dominica de la influencia lascaciana, además de los problemas que se dieron entre franciscanos y dominicos. Sin embargo, la actitud del obispo fue notoria y motivo de críticas, de acuerdo con Edward O´flaherty en el Archivo de Indias, se encuentra la carta que el presidente Juan Martínez de Landecho, envío al rey informándole oficialmente el deceso del obispo, está fechada, 20 de abril de 1563: “El presidente Landecho escribió al rey dándole la noticia del suceso y pidiendo un nuevo obispo que fuera más celoso en la ejecución de la justicia y en castigo de los clérigos”.(13) Creo que quizá la falta de un buen número de miembros del clero secular que estuvieran directamente a sus órdenes hizo que tolerara la conducta de los escasos que habían, como más adelante trataré al estudiar sus cartas.

Otras citas importantes son: referentes a la fundación de la cofradía de españoles de  Nuestra Señora del Rosario, en la iglesia del convento de Santo Domingo, ejemplo que siguieron los negros y mulatos,  así como los indígenas, estos últimos la fundaron en su capilla que estaba a la par del convento. Trabajos para concluir la construcción del hospital de españoles, y sobre todo, siguiendo a Sáenz de Santa María, la fundación en el solar del convento de Santo Domingo, del colegio Santo Tomás, centro de estudios precursor de la futura Universidad de San Carlos. Finalmente escribió acerca de la primera doctrina en lengua quiché obra que si bien no está claro que fuera escrita por el obispo, lo más probable es que él fue el director de la obra contando con el auxilio de intérpretes franciscanos y dominicos: “Es también el primero que escribió y compuso doctrina cristiana en lengua Utlateca que vulgarmente llaman quiché, que para bien común se imprimió por su orden en México año de mil quinientos y cincuenta y seis. Y aunque en el título dice que ordenó con parecer de los intérpretes de las religiones de Santo Domingo y San Francisco, fray Juan de Torres y fray Pedro de Santos, fue tanto por la humildad del obispo, que aunque sin estas ayudas pudiera escribir,…”.(14)

* Académico Numerario, Academia de Geografía e Historia de Guatemala.

NOTAS

(1) Antonio de Remesal, Historia de la provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala de la Orden de nuestro Glorioso Padre Santo Domingo. Escrivense juntamente los principios de las demás Provincias de esta Religión de las Indias Occidentales y lo Secular de la Gobernación de Guatemala… (Madrid: Imprenta de Francisco Abarca de Angulo, 1619). Las ilustraciones que se encuentran en el artículo fueron sacadas de la copia de este original. Lo consulté para confronta, cuando lo considere necesario las citas de las tres ediciones posteriores: Historia General de las Indias Occidentales y Particular de Gobernación de Chiapa y Guatemala (1620). 2ª ed. “Biblioteca Goathemala”. 2 tomos (Guatemala: Sociedad de Geografía e Historia, 1932-1933), de ahora en adelante “Edición SGHG”; Historia General de las Indias Occidentales y Particular de la Gobernación de Chiapa y Guatemala. Edición y estudio preliminar de Carmelo Sáenz de Santa María. Biblioteca de Autores Españoles; 175 y 189, 2 tomos (Madrid: Ediciones Atlas, 1964-1966), de ahora en adelante “Edición BAE; Historia General de las Indias Occidentales y Particular de la Gobernación de Chiapa y Guatemala. Edición y estudio preliminar de Carmelo Sáenz de Santa María. 2 tomos (México Editorial Porrúa, 1988), de ahora en adelante “Edición Porrúa”. Por ejemplo: en las dos últimas ediciones en el estudio preliminar: “Edición BAE”, I, p. 56 se leen los nombres de los frailes que colaboraron con el obispo Marroquín en la elaboración del texto “doctrina Cristiana en lengua Utlateca”, fray Juan de Torres y fray Pedro de Santo, en el original dice fray Juan de Torres y fray Pedro de Santos. En la “Edición Porrúa”, I, p. LXIX, se lee: fray Juan de Torres y Pedro de Betanzos, confrontar con ilustración del  párrafo  del libro tercero, capítulo séptimo, número 5, p. 116. Aunque en ambos libros se leen los nombres del original: I, 3, c. 7, n. 5º, p. 204; I, 8, n. 5º, p. 177. Utilizo la siguiente nomenclatura, tomo, libro, capítulo, número y página.
(2) Vicente Beltrán de Heredia, “Un hebraísta olvidado. El padre Pedro de Palencia, O. P”, en, Ciencia Tomista (1921), n. 67,  pp. 5-19. En la cátedra impartida por fray Pedro de Palencia, habla del profesor sustituto Antonio de Remesal.
(3) “Edición Porrúa”, I, p. XL.
(4) “Edición Porrúa”, I, pp. XXXIX-LVI.
(5) Simón Valcárcel Martínez, Simón. “Fray Antonio de Remesal (hacia 1575-después de 1627)”. Caravelle. (1995), n. 64, pp. 9-29.
(6) Ibídem, p. 9.  
(7) “Edición Porrúa”, I, 2, c. 5, n. 2º, p. 71.
(8) Ibídem, I, 2, c. 5, n. 4º, pp. 72-73; Dictamen, p. 27. En esta parte critica el libro II, c. 6.
(9) Ibídem, I, 3, c. 5, n. 6º, pp. 168-169.
(10) Ibídem, I, 3, c. 5, n. 6o, p. 169.
(11) Ibídem, II, 8, c. 2, n. 5º, p. 138. Para conocer un estudio ordenado y documentado de la junta eclesiástica y la junta de obispos de 1546 en la ciudad de México, ver: Fernando Gil, “Las juntas eclesiásticas durante el episcopado de Fray Juan de Zumarraga (1528-1548). Algunas precisiones históricas”, Teología, Revista de la facultad de Teología de la Universidad Católica Pontificia Argentina, t. XXVI (1989), pp. 24-27. El cronista Remesal, confunde ambas juntas, cf. Historia, II, 7, c. 16, n. 5º, pp. 89-90; c. 17, n. 1º a 4º, pp. 91-93. El Papa Paulo III, elevó la iglesia de Ciudad Real de Chiapas a catedral, el 14 de abril de 1530 (para otros historiadores, la bula fue extendida el 19 de marzo de 1539). Su primer obispo designado  en 1541, por nombramiento extendido en Sevilla, fue fraile jerónimo fray Juan de Arteaga y Avendaño, quién viajo a América, curiosamente antes de tomar posesión, redactó las constituciones de la diócesis que fueron aceptadas por prelados posteriores, pero no llegó a tomar el cargo ya que murió en la ciudad de México. Eduardo Flores Ruíz. La Catedral de San Cristóbal de Las Casas Chiapas, 1528-1978 (México: Publicación del área de Humanidades de la Universidad Autónoma de Chiapas, 1978), p. 22; Jesús María García Añoveros, “América Central: La Iglesia Diocesana”, en Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas, Volumen II: Aspectos regionales (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos-Estudio Teológico de San Idelfonso de Toledo-Quinto Centenario, 1992), pp. 217-218; En cuanto a la llegada de fray Bartolomé de las Casas con el nombramiento de obispo a Ciudad Real de Chiapas y el abandono de su diócesis y su nombramiento de provisor, ver: “Edición Porrúa”, II, 7, c. 4, n. 3º, pp. 27-28; II, 8, c. 4, n. 1-4, pp. 143-149.
(12) Ibídem, II, 10, c. 2, n. 3º, pp. 373-374.  El licenciado Francisco Briceño, fue oidor y presidente de la Audiencia de Guatemala, ver: Juan Rodríguez Freyle, El Carnero, (Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1979), p.408
(13) “Edición Porrúa”, p. LXXI; Edward O´flaherty, Iglesia y Sociedad en Guatemala (1524-1563). Análisis de un proceso cultural, (Sevilla: Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 1984),  p. 87.
(14) “Edición Porrúa”, , II, 9, c. 16, n. 6º, pp.  339-341 (fundación del colegio de Santo Tomás); II, 9,  c. 21, n. 5º, p. 365 (hospital de españoles); II,  10, c. 12, n. 2º, pp. 430-431 (cofradía del Rosario); I, 3. c. 7, n. 5º, pp. 177-176 (doctrina cristiana en lengua quiché), para esta referencia ver nota 1.