Aunque muchas personas han aprovechado el deporte para salir adelante después de tener una niñez difícil, la historia de Lizette Salas destaca. Enfrentó esas adversidades para volverse profesional nada menos que en el golf, donde no suele haber muchas personas de escasos recursos.
Salas, de 22 años, firmó ayer una tarjeta de 69 golpes, tres debajo del par, en la primera ronda del Abierto de Estados Unidos, para compartir el primer lugar con Brittany Lincione y con otra estadounidense, Cristie Kerr, que se coronó en 2007.
La joven golfista es hija de inmigrantes mexicanos que llegaron a residir a Azusa, California, una ciudad cercana a Los Ángeles con antecedentes de actividad pandillera. Salas se valió del golf para obtener una beca universitaria y, ahora, un sitio en la Gira de la LPGA.
El viernes, también consiguió la punta compartida del Open.
Su familia viajó para apoyarla esta semana, y Salas considera que su participación en el torneo constituye un homenaje a sus padres.
«Mi papá sigue trabajando largas horas en el campo de golf, y mi mamá también», dijo. «Así que ésta es mi forma de retribuirlos por todo el sacrificio y el trabajo que han hecho por mí».
La japonesa Ai Miyazato, tercera en el ranking y quien se impuso el domingo en el torneo de Arkansas, se ubicó a un golpe de distancia, junto con Jennie Lee, Beatriz Recari y la joven de 17 años Lexi Thompson. Siete golfistas, incluida la quinta en el escalafón Na Yeon Choi y la sexta Suzann Pettersen, se anotaron tarjetas de 71 golpes, bajo condiciones húmedas y calurosas, que convirtieron el campo Blackwolf Run, de 6.944 yardas, en un auténtico calefón en el centro de Wisconsin.
Salas comenzó a jugar a los 7 años, en buena medida gracias a su padre Ramón, jefe de mecánicos en un campo de golf, quien se ofreció a hacer algunos trabajos para un golfista profesional de la localidad si le enseñaba a jugar a su hija.
«Él no tenía dinero para pagarme las lecciones de golf, porque son verdaderamente caras», contó Salas. «No tenía siquiera zapatos de golf. No sabía cómo vestirme, nada. Ellos llegaron a un buen acuerdo, en que mi padre le hacía favores. Reparaba autos, y así es como pude comenzar en esto. Desde entonces he seguido jugando, no he parado».
Cuando Salas comenzó a competir en torneos, recorría largas distancias por carretera con su padre, y dormía en el interior de su camioneta de carga para ahorrar dinero. Ahora que es profesional, la familia sigue viajando ocasionalmente por tierra.
«Nos gusta nuestra camioneta», dijo Salas. «Tiene recorridas más de 90.000 millas (145.000 kilómetros). Nos trae muchos recuerdos de risas y lágrimas en ese vehículo. Y muchas veces dormí en el interior. Ha sido algo bueno, ha sido una aventura divertida y sólo voy a seguir y a ganar más experiencias.
Salas comenzó con un birdie en el hoyo uno, de 348 yardas y par cuatro. Usó un hierro nueve que la dejó con la oportunidad de hacer un putt a poco más de dos metros. Fue uno de sus cuatro birdies del día.
Su único bogey llegó en el hoyo 11, de 375 yardas y par cuatro.