Despacio que tenemos prisa


Oscar-Clemente-Marroquin

Hay lecciones que se le graban a uno para toda la vida y una de ellas me pasó con mi abuelo. Tras presentarle un proyecto de cambio que le pareció interesante vio que arrancamos con toda la gana del caso y dos días después nos llamó para decirnos que ese tema era tan urgente que había que hacerlo despacio.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


“Acordate siempre, me dijo, despacio que voy de prisa.” Continuó diciendo que generalmente el entusiasmo lo hace a uno correr, hacer las cosas a “trompatalega” y en la prisa se cometen muchos errores que hacen estéril el esfuerzo.
 
  En cambio, me decía, si algo es realmente urgente, hay que hacerlo bien, con atención en lo que se está haciendo para no tener que repetir procedimientos mal hechos.
 
  Y en todo eso he estado pensando ahora que veo al gobierno corriendo a toda prisa para entrarle a la reforma del Estado por la vía de la reforma constitucional. Y los veo, como decía mi abuelo, haciéndolo todo a la “trompatalega”, a rajatabla y sin el orden que requieren ciertas cosas.
 
  Pienso que para lograr una reforma constitucional exitosa, el primer paso tiene que ser la reforma política y sin ella nada de lo que se proponga saldrá bien, porque resulta que la reforma constitucional hecha por los mismos que tienen hundido al país en el caos y la anarquía no producirá nada más que mayor caos y mayor anarquía.
 
  Mientras no se emprenda un camino serio para transparentar el manejo de la cosa pública, aprobando leyes de transparencia que penen, por ejemplo, el tráfico de influencias y terminen con mañoserías como los fideicomisos públicos, todo lo que se proponga tendrá origen espurio porque los ponentes serán los que se benefician con la existencia de un sistema corrupto. En el caso de los fideicomisos ya vemos que la propuesta pretende consagrarlos por los próximos dos años, es decir, hasta que este gobierno termine su período. Simplemente no quieren manejar las cosas de manera transparente y pretenden seguir usando mecanismos oscuros para la gestión pública. Y ello es apenas un ejemplo de cómo es que mientras no acabemos con las lacras, no se pueden pretender reformas serias, profundas y patrióticas.
 
  Ayer citaba el ejemplo de México, en donde el PAN usó la misma estructura corrupta que achacaron al PRI y por supuesto que los resultados fueron iguales. Lo mismo nos pasaría con una reforma constitucional a la que no se le pongan los bueyes por delante, es decir, los cambios políticos que permitan elegir autoridades que no se hayan vendido con los financistas y una reforma administrativa que apueste a la transparencia como meta fundamental.
 
  Lo que no hay en la propuesta que se está manejando es visión de Estado, de fortalecimiento de las instituciones, sino afán por desplazar poderes. Alguien ayer me decía que no se dan cuenta que ni siquiera un Rey del Pollo puede desplazar del poder que tiene en las Cortes el Rey del Tenis y eso tiene mucho de verdad, puesto que los que proponen desplazar el poder del Congreso a la Corte Suprema de Justicia están apostando a que el sector privado tendrá más influencia por ese medio, sin darse cuenta que tienen competidores muy experimentados, con mucho oficio, que no se van a dejar desplazar fácilmente y a los que les caería muy bien una reforma como la propuesta que les concentra a ellos todo el poder.
 
  Si Pérez Molina quiere pasar a la historia no será por una reforma constitucional y menos una como la que han propuesto. Sería porque reformó el sistema político del país terminando con el secuestro de la democracia que hicieron los financistas y porque introdujo patrones de transparencia. El gobernante que haga eso, aún sin cambiar la Constitución, ese sí que pasará a la historia.