Se veía venir el enfrentamiento como resultado de la crisis en el sistema educativo, puesto que evidentemente se estiró la situación al punto de que no tenía viabilidad ningún tipo de diálogo y tanto estudiantes como autoridades se cerraron en sus posturas. Tenemos la impresión de que al final de cuentas lo que se buscaba era precisamente este tipo de confrontación que pone a prueba al sistema nacional de diálogo y al régimen del presidente Otto Pérez que parece estar siendo calibrado por sectores que ven en el estudiantado un medio para medirlo.
Hace semanas advertimos que se estaba tensando tanto la situación que no era descabellado pensar que se llegaría a situaciones extremas de violencia. Insistimos en que el Ministerio de Educación falló al principio por no trasladar información completa y adecuada a los alumnos, pero es evidente que existe interés en que este problema se convierta en la primera prueba de fuego seria para el gobierno en términos de su tolerancia con los distintos tipos de movimientos sociales. La investidura del general Otto Pérez Molina como Presidente planteó un nuevo escenario para muchos activistas y, por las dudas, el movimiento estudiantil se ha convertido en el parámetro para establecerlo.
Creemos en las bondades de la actividad social y de la protesta como expresión de ciudadanía, sobre todo en un país como el nuestro en el que la parsimonia e indiferencia pueden llegar a tener connotaciones de comportamiento distintivo de la sociedad. Asumimos, sin embargo, que la protesta tiene que ser dentro de marcos de no violencia y lo ocurrido esta mañana, cuando particulares, entre ellos algunos colegas nuestros, fueron atacados con piedras de gran tamaño como parte de un zafarrancho que parece bien planificado, es un reflejo de que el tema parece ir más allá del descontento estudiantil por un cambio en el pénsum de estudios para la carrera de magisterio.
La experiencia histórica demuestra que incidentes de este tipo pueden ser detonantes de mayores confrontaciones y que se puede llevar al país al caos y la anarquía. La violencia tiene proyecciones en espiral, que la vuelven exponencial, porque genera enormes contagios y produce la tentación de controlar la situación únicamente mediante el uso de los medios represivos. Es ésta una hora crítica, como no vivíamos hace tiempo, en la que se pone a prueba la capacidad de nuestra sociedad para superar un conflicto amenazante.
Lamentablemente hemos perdido mediadores capaces, como lo fue tantas veces el Cardenal Quezada Toruño, e instancias que puedan ayudar a tender puentes de comunicación entre las partes. Retomar la idea de un diálogo constructivo parece difícil en las circunstancias actuales, aunque sea el paso necesario para recuperar la paz social.
Minutero
A punta de pedradas
volvemos a las andadas;
otra vez nuestra nación
vive la confrontación