En el Día del Maestro es bueno reflexionar sobre el problema de la educación en Guatemala que tiene muchas causas que afectan el rendimiento de la inversión pública y privada, pero indudablemente que el número de maestros no es un factor tan importante como la calidad de los formadores de nuestra juventud, entendiendo que se trata de un oficio que no sólo aquí sino en muchos lugares del mundo, es menospreciado y mal pagado a pesar de la enorme y muy relevante importancia que entraña.
Obviamente hablamos de la formación académica, porque la parte ética y moral es muy difícil encarrilarla cuando toda la sociedad desfila por senderos que no asignan tanta importancia a esos valores. Pero creemos que la tendencia histórica de crear maestros en escuelas normales, que recibió un tremendo impulso a partir de 1944 y que de alguna manera permitió extender la cobertura para ofrecer oportunidades a más niños y jóvenes, tiene que ser superada por la evidencia de que hace falta mayor conocimiento para poder transmitir de manera eficiente la información necesaria para formar mejor a las generaciones de hoy.
No se trata, en absoluto, de menospreciar a los educadores que hemos tenido y muchos de los cuales con esfuerzo autodidacta en realidad alcanzaron niveles extraordinarios de conocimiento que generosamente compartieron con la juventud. Se trata de entender que la pedagogía, como la mayoría de las ciencias, ha tenido avances importantísimos y radicales en los últimos años y que es indispensable que nuestros maestros estén al día para aprovechar ese enorme flujo de información que hay ahora disponible y que si no se sabe desmenuzar adecuadamente se termina diluyendo sin beneficio alguno.
El simple hecho de que ahora el maestro tiene que ser un experto para enseñar cómo usar tanta información y clasificarla adecuadamente para que sea útil, cambia totalmente las características de esa profesión tan admirable. Cuando hablamos de técnicas de investigación, por ejemplo, no se trata tanto de buscar la información porque la misma está flotando en la red cibernética en muchos casos, sino de saber cómo encontrarla y calificar la que es buena a diferencia de la enorme cantidad de basura que también pulula sin control en los novedosos medios informáticos.
El maestro siempre será básicamente un apóstol de la enseñanza, un educador entregado y esforzado porque la raíz de su misión no cambia, pero se requiere de mayor sofisticación, más tecnificación y, por supuesto, ello también deriva en mejores condiciones para el desempeño de su labor (condiciones económicas, de trabajo y sociales), para estar a tono con los tiempos. No podemos rezagarnos más en educación y toda reforma educativa tiene que arrancar con la formación de nuestros maestros.
Minutero:
Educar al magisterio
para buscar su excelencia
debería ser el criterio
al ver tamaña carencia