Ahora o nunca


Editorial_LH

El Estado de Guatemala bajo el diseño actual ha entrado en un desarrollo caótico de sus instituciones, que se refleja en la situación general de la nación en temas como corrupción, violencia, pobreza, ausencia y debilidad institucional, falta de generación de oportunidades y una insatisfacción generalizada del ciudadano que entiende que el Estado en lugar de organizarse para el bien común, pareciera que solo planifica el bien individual de quienes tienen el privilegio del poder.


Políticamente, hemos sido gobernados en una especie de “monarquía” de cuatro años en la que quienes ejercen el poder reciben un cheque en blanco sobre el que no tienen que presentar ningún tipo de resultados en cuanto a ejecución, transparencia y eficiencia.  Esto, apoyado por un Congreso que hace terapia en el ciudadano para que con tolerancia enfrente la permanente desfachatez de quienes se olvidan que simplemente son representantes del pueblo.
 
 Institucionalmente, la justicia parece que sí tiene ojos, que no da cobertura general y que cumple perfectamente con quienes pensaron hace algunos años con un sistema de impunidad que mantuviera el estatus de privilegio en el que desarrollan sus actividades.  La Contraloría General de Cuentas no tiene capacidad de ejercer presión en contra de los rostros de la corrupción y no tiene los “dientes” necesarios para exigir la verdadera fiscalización de los fondos del Estado.
 
 En fin, estamos ante una situación en la que quienes piensan que “vamos a tocar fondo”, posiblemente no se han dado cuenta que ya llegamos a él y solo nos encontramos revolcándonos en un círculo vicioso que, como sociedad, solo nos sigue destruyendo.
 
 La reforma del Estado tiene que ser ahora o no podrá ser nunca.  Y hay temas relacionados a la alternancia en el poder que tienen que ver con algunos de los peros que se pone para discutir sobre entrarle al tema de la modernización del Estado pero que tienen que enfrentarse con la misma seriedad y mesura que el resto de los temas porque, lo que no cabe duda, es que como estamos es imposible encontrar la luz al final del túnel que nos lleve al camino de la paz y, por ende, del desarrollo.
 
 Un Estado que se olvida que el bienestar común es la razón de su existencia, simplemente ha perdido la naturaleza propia y su razón de ser.  Un Estado que se organiza para el beneficio temporal pero completo de quienes gozan del beneficio del control del poder, tendría que haber sufrido una transformación hace mucho tiempo.
 
 Y es entonces cuando debemos aceptar que es una tarea a la que se deben dedicar quienes representan a los poderes de la sociedad, pero que tiene que contar con la participación ciudadana para que, ahora sí, hagamos la batalla por ser parte activa de una reforma que nos afecta a todos.
 

Minutero:
Con un serio compromiso,
que se pida la reforma;
el ciudadano da el permiso,
para cambiarle la forma