Combina la franqueza de su tío Fidel con la tenacidad de su padre Raúl.
Pero Mariela Castro, casada, madre de tres hijos y miembro de la familia que lidera los destinos de Cuba, se hizo un nombre por sí misma defendiendo los derechos de los gay.
En la víspera de su llegada a Estados Unidos para participar en una conferencia sobre América Latina, prominentes académicos dicen que Castro se forjó un nombre propio.
«Se ha puesto al frente de la lucha por los derechos de la comunidad LGTB (lesbianas, gays, transgénero y bisexuales)», comentó a la AP la psicóloga de la Universidad Autónoma de México Gloria Careaga. «Es digno de aplaudirse lo que hace porque es pionera, una autoridad académica y política que da la cara por estos derechos humanos», agregó.
Los intentos de la AP por entrevistarla fueron infructuosos y cuatro amigos que la admiran desistieron de hablar de ella, un síntoma de la reticencia que tienen los cubanos a hablar de la familia Castro.
«Sin duda es una mujer valiente», comentó a la AP una persona que colaboró con Castro desde los 90 pero prefiere guardar el anonimato para no perder la buena relación que tienen. «Temperamentalmente se parece más a su tío Fidel que a su papá Raúl. Es audaz, a veces improvisa. No siempre dice lo que debería y a veces no lo dice bien».
Castro no tiene empacho en hablar públicamente, sobre todo en relación con el tema que más le interesa: la diversidad sexual.
Por años hizo fuerza para que el gobierno de su padre legalizase las uniones entre personas del mismo sexo, algo que todavía no sucedió. A comienzos de este mes Castro dijo que el presidente comparte sus puntos de vista sobre los derechos de los gays, pero añadió que no quiere presionarlo para que haga público su apoyo.
Sin duda su apellido tuvo un fuerte impacto en su vida, pero aseguró que jamás intentó sacarle provecho.
«Nunca me monté en ‘la carroza de la hija de’ porque desprecio mucho a las personas que se montan en ese tipo de carroza y me quiero mucho a mí misma por no hacerlo. Nunca lo hice y nunca lo haré», señaló en la entrevista que se realizó para un libro sobre las mujeres cubanas publicado en el 2010.
Su apellido, no obstante, la persigue dondequiera que vaya y el anuncio de que Estados Unidos le había concedido una visa para que participase en San Francisco de un congreso de la Latin American Studies Association (LASA), una de las organizaciones más importante de expertos en el subcontinente, generó muchas críticas de parte de políticos de ascendencia cubana.
El senador Marco Rubio la acusó de ir a desplegar una campaña «antiestadounidense» y su colega Robert Menéndez se sintió indignado con su presencia.
Aducen que las leyes estadounidenses estipulan que no se puede. Se negó a comentar el tema de la visa de Castro, quien va a dirigir en el foro de San Francisco un panel sobre la forma en que se maneja la diversidad sexual en Cuba.
El 29 de mayo tiene programado participar en una charla en la Biblioteca Pública de Nueva York.
Como directora del Centro Nacional de Educación Sexual, Castro, de 49 años, alcanzó mucha más prominencia pública que sus hermanos y primos, y llegó a ser una de las defensoras de los derechos de los gay más importantes no solo de Cuba, sino en el extranjero.
Elegante, de porte distinguido, normalmente vestida con sobriedad y colores alegres, de sonrisa fácil, es común verla encabezando los desfiles anuales del orgullo gay en la capital, acompañada por travestis y activistas.
Reboza confianza y se reúne con dignatarios visitantes, incluida una delegación de mujeres estadounidenses en posiciones de liderazgo que vino en 2011. En su carácter de experta recibió invitaciones para dictar conferencias sobre los derechos de los gay en varias capitales.
En las conversaciones mira a su interlocutor a los ojos, responde rápido y gesticula al hablar.
Se dice que tiene dos hijos de su actual marido, un ciudadano siciliano, y otro de un matrimonio previo, pero ni siquiera estos detalles básicos son fáciles de confirmar en Cuba.
Es la única integrante de su familia que usa regularmente en Twitter. Las cuentas de Fidel y Raúl son impersonales, frías y parecen manejadas por asistentes.
Tampoco le huye a sus críticos.
En una ocasión mantuvo un fuerte enfrentamiento con la bloguera opositora Yoani Sánchez.
Sánchez escribió: «Me dicen Mariela Castro abrió cuenta en Twitter. Una pregunta para ella. ¿Cuándo los cubanos podremos salir de los otros armarios?», y la sexóloga respondió acusándola de servir a los enemigos de Cuba y su revolución que buscan socavarla.
Cuando se sintió atacada por disidentes expresó: «Parásitos despreciables: ¿recibieron la orden de sus empleadores responder al unísono y con el mismo guión predeterminado? Sean creativos».
Es poco frecuente que un Castro se trence públicamente con un opositor y el episodio demostró su disposición a actuar por su cuenta, sin seguir las pautas oficiales.
Castro es hija de una pareja revolucionaria. Su madre, Vilma Espín –una ingeniera de profesión fallecida en el 2007, integrante de una familia burguesa acomodada del oriente de la isla– fue guerrillera de la primera hora y combatió junto a su padre, Raúl Castro, en la Sierra Maestra.
Espín se desempeñó como presidenta de la poderosa Federación de Mujeres Cubanas –con más de cuatro millones de afiliadas–, fue miembro del Comité Central del Partido Comunista y fungió durante cuatro décadas como la primera dama del país, pues su cuñado, el entonces presidente Fidel Castro, no tenía una compañera oficial.
Al frente de las féminas cubanas impulsó la igualdad de género, accesos para las mujeres a los puestos de dirección, programas de salud pública especializada y hasta una organización ejemplar de círculos infantiles para las madres trabajadoras.
Castro, que guarda un notable parecido físico con su madre, aseguró siempre que su trabajo es una continuidad de la labor Espín.
La relación con ella fue entrañable: «Fue muy dulce, muy cariñosa. Aportó mucho valores en la educación nuestra y a pesar de que tenía muchas obligaciones se ocupaba directamente de nosotros», dijo durante una entrevista radial realizada en 2008.
Licenciada en Educación, Mariela Castro comenzó a trabajar en el Centro a comienzo de la década de los años 90. Allí defendió los derechos de los gays, un tema que le interesó desde la universidad, cuando siendo dirigente juvenil se enfrentó a otros que querían echar de la institución a estudiantes por su orientación sexual.
Pasó a dirigir el Centro en 2000 y su activismo se hizo notorio cuando en 2004 un grupo de travestis se acercó al organismo para pedir ayuda ante un incremento del maltrato policial.
Aunque no se sabe si tiene en este momento una participación política partidaria, fue militante de la Unión de Jóvenes Comunistas en el Instituto Pedagógico Superior Pedagógico «Enrique J. Varona» de la capital, donde estudió y estaba interesada en las materias humanísticas y en el marxismo.
Nunca se sintió inhibida de nadar contra la corriente.
«Yo podría estar muy tranquilita, repitiendo lo que todo el mundo quiere oír, sin tener contradicciones con nadie, con más cariño y más aceptada», expresó Castro en la entrevista para el libro sobre mujeres cubanas. «(Pero) El trabajo que hago me obliga a presentar realidades que no todo el mundo quiere enfrentar», reconoció.
«No voy a dejar de hacer y decir lo que estoy convencida que debo hacer y decir. Cuando no lo pueda hacer más, me voy a sembrar lechuguitas», agregó.