La sola discusión de una reforma a la Constitución Política de la República de Guatemala, ha puesto a temblar a algunos miembros del Congreso que ya mencionan que es una “maniobra oficialista” para llevar a cabo una depuración que les facilite el control de la agenda legislativa.
Obviamente, cualquier intento de una reforma constitucional debe ser previamente discutida a profundidad y dejando demarcados los temas sobre los que los ciudadanos tendremos que llegar a decidir de manera directa por sufragio o indirecta por representantes electos para una Asamblea Nacional Constituyente. Estos temas deben facilitar la reforma del Estado que, hoy por hoy, sólo funciona perfectamente para muchos sinvergüenzas que por medio de la corrupción, la impunidad o los privilegios, mantienen concentrados los beneficios, mientras la mayoría de la población se desangra en la violencia y sufre la pobreza.
Pero tienen razón los diputados de sentirse preocupados. Principalmente, porque han crecido en número hasta llegar a 158, pero han reducido su trabajo; porque se ha vuelto costumbre en los últimos gobiernos que el partido de “oposición” se vuelve en el controlador del pleno; porque hoy hay pocas actividades que generan tanto repudio y asco ciudadano como contra los diputados.
Y hay algunos diputados que dicen que “no se puede generalizar” y tienen razón. Pero también sería adecuado que se les oyera más claramente planteando sus diferencias y sus batallas en un organismo en el que pareciera que tienen amplia capacidad de aguantar la pena porque nada los inmuta.
Muchas veces se ha comentado que todo el desgaste del Congreso ha sido parte de un plan oscuro que intenta deslegitimizar la discusión política para que las cúpulas de poder mantengan el control de la administración real del Estado. Y aún cuando no tenemos elementos para confirmarlo o descartarlo, lo que sí podemos decir es que la conformación de los listados de candidatos y luego los “representantes” que nos han tocado, pareciera que no necesitan mucha ayuda para abrir esa brecha de desprestigio en la que se meten. Debe ser doloroso presentarse como diputado en las actuales condiciones pero, pareciera, que la pena se aguanta con tal de recibir un salario extremadamente bien pagado para el trabajo que hacen, más las obras que todos sabemos que se pactan en el “honorable” Congreso de la República.
Sí señores diputados, deben estar preocupados. Porque no sólo se trata de una reforma a la Constitución en la que se les puede reducir el número, sino que también debe ser el momento en que los ciudadanos veamos la oportunidad de plantear una reforma para que el Congreso sea un representante del ciudadano por medio de bancadas y no de bandas que se unen para pactar la repartición del botín.
Repetimos que hay diputados que insisten en ser “distintos a la mayoría”. A ellos, los invitamos a marcar diferencias de manera más clara, porque muchas veces no se les distingue el uniforme.
Minutero:
“Somos distintos”, dicen algunos,
pero no hacen diferencia;
que se bajen los humos,
o se queden con esa herencia