En otras épocas, las personas se interesaban por ventilar públicamente asuntos de interés individual o colectivo, por lo que cualesquier temas se trataban, por lo regular, a través de los medios de comunicación. Eso era lo usual.
Hubo ciudadanos, incluso periodistas, que protagonizaban polémicas en serie con espectacularidad. Suscitaban gran interés entre la colectividad. Los lectores de periódicos donde se producía esa actividad controversial no perdían la oportunidad de enterarse de las escaramuzas. Hacían gestos de emoción y hasta se frotaban las manos cuando se echaban flores negras o piropos imaginables los polemistas. Algunos de éstos perdían a ratos los estribos y, por ese motivo, recurrían a la diatriba. Poco faltaba para que le mentaran la parentela al contrincante…
Se considera en sentido castrense que la polémica es arte que enseña los ardides con que se debe ofender (… ofensiva) o defender (… defensiva) cualquier plaza. Es, asimismo, teología dogmática, controversia por escrito sobre materias teológicas, políticas, literarias, etcétera. Entre el vulgo suele decirse que es disputa, querella.
Eran famosos los hombres que se lanzaban a la pelea, por así decirlo. Y mencionamos solo a los varones porque las féminas, que nosotros sepamos, se mantenían en paz. No reñían o no polemizaban. Estamos comentando lo que ocurría en este cotarro centroamericano. A lo mejor en otros lares sí participaban las mujeres en las aludidas reyertas…
Polemizar es, en realidad, edificante y apasionante; desde luego, cuando no se pierde la altura con la necesaria cultura. Ahora bien, cuando se ha perdido la compostura se ha perdido, también, el interés de presenciar el “match”…
Con referencia a lo contemporáneo, recordamos algunas polémicas, entre otras, que sostuvieron elementos de la prensa nacional caracterizados por la inquietud, porque se atentaba intramuros o extramuros contra la soberanía de la patria o porque les habían picado la cresta…
Ramón Blanco era polémico en su galera del vespertino El Imparcial, un diario lamentablemente ya desaparecido. Tildaban a Ramonciño de gringófilo quienes a la sazón estaban en la línea pro soviética por razones político-ideológicas. Era explicable la animadversión al “galeote”; es decir, al de la galera de El Imparcial…
No olvidamos que don Gustavo Martínez Nolasco, periodista más conocido entre el gremio como El Pajarote, solía decir que era preferible mantenerse en actitud de esfinge, de expectante, que echarse al agua de la polémica. Y no dejaba de tener razón el viejo lobo de mar que ha de haber tenido nada gratas experiencias a lo largo de muchísimos años de ejercer el oficio.
Recordamos, asimismo, las crepitantes polémicas del director de este diario de la tarde, licenciado y recio hombre de prensa Clemente Marroquín Rojas, con Isidoro (Chilolo) Zarco, socio-fundador y columnista del matutino Prensa Libre. Tronaban ambos expresando sus opiniones respecto de los asuntos de interés de tirios y troyanos de mucha resonancia en lo nacional y, a la vez, en lo internacional, sobre todo en el resto de los países del istmo centroamericano. Tanto uno como el otro de los polemistas se entregaban a la lucha oral zahiriente, pero enfocando el tema o los temas desde sus puntos de vista y pensando en la conveniencia de Guatemala y los guatemaltecos en general.
Marroquín Rojas se perfiló como un polemista impertérrito que inclaudicablemente defendía los legítimos y supremos intereses y derechos de esta parcela centroamericana. La utilización del caudal del río Usumacinta, por parte de México, que constituía una amenaza de inundación para una extensa parte del territorio de Petén, fue combatida enérgicamente por don Clemente, lo mismo que ciertas osadas pretensiones lesivas al Estado por parte del gobierno estadounidense.
Hay polémicas trascendentes e intrascendentes, pero siempre unas y otras son importantes para dilucidar situaciones que afectan en lo personal o en lo colectivo. De todos modos, es conveniente recalcar que esas batallas del pensamiento se realicen con altura, sin extralimitaciones de quienes las protagonizan.
Los politiqueros de determinada tendencia no desperdician ocasiones para desafiar a cualquier persona, mayormente si trabaja en las filas del incomprendido y hostilizado Cuarto Poder, pero esa gente lo que evidentemente trata es llevar agua a sus molinos, o sea alabar su mercancía barata con fines propagandísticos y, entonces, habrá que dejarla aullando sola a medianoche, como quien dice, en la loma… No se debe dar beligerancia a los desafiantes de marras.