Desayuno en Casa Presidencial


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El viernes fuimos invitados personeros de los medios de comunicación del país a un desayuno en Casa Presidencial con el Presidente, la Vicepresidenta y cuatro Ministros de Estado, en el que se abordaron diversos temas del acontecer nacional y en el que los titulares de las carteras expusieron sus avances y visión de su ministerio y el país.

Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt


Entre otras cosas, los funcionarios hablaron de lo que para ellos es la lucha contra la corrupción, los conflictos sociales y sus posibles formas de resolverlos por el bien de todos; la forma en la que el Presidente se preocupa por la seguridad, los programas sociales y los programas que buscan enfrentar la desnutrición.

Luego se nos dio la oportunidad de opinar respecto a cómo nosotros, desde nuestras particulares perspectivas y formas de ver al país, percibimos la situación actual, extremo que se agradece porque se dio total apertura y creo que es un ejercicio sano que está haciendo este Gobierno y que quedó de repetir en dos meses.

Cuando me llegó el turno, intenté no centrarme en casos aislados, sino en un sistema que nos hemos negado a cambiar, mismo que beneficia a unos pocos, pero que perjudica a muchos y que tiene, en los financistas de campaña (incluidos diputados), a los pilares de un sistema oscuro que nos tiene sumidos en el subdesarrollo total.

El país no aguanta un día más en las actuales condiciones, porque cada día se nos muere un niño por una situación ridícula. Que desde hace años no haya habido un reventón, no quiere decir que las cosas están bien, al contrario, solo estamos alimentando una bomba de tiempo para que, seguramente por las malas, se termine de llenar ese vacío de poder y cuando ocurra, que Dios nos agarre confesados.

Manifesté mi preocupación de cómo en el país tendemos a ensañarnos con los funcionarios, pero invisibilizamos, desde las autoridades hasta una buena parte de la Prensa, a los contratistas y peor aún, si estos son de la crema y nata. Yo le pregunté al binomio, si en realidad creían que lo realizado era suficiente y si tenían las herramientas legales pertinentes; el silencio creo que me dio la razón.

Le manifesté al Presidente que si él saliera a comprometernos con la transparencia, a pedirnos que cerremos filas a su alrededor, porque él iniciará su cruzada por lograrla, seguro que seríamos muchos los que estuviéramos a su lado. El tema es, ¿de verdad será un tema prioritario? Ahí está la diferencia entre la pena y la gloria. El Congreso, aun con la interpelación, no es la piedra en el zapato.

Y digo lo anterior, porque el oficialismo ya obtuvo de ese mismo organismo un ministerio, una reforma fiscal y hasta le elegirá a su candidato idóneo para la PDH, entonces, cierto es que habrá que lidiar con los padres de la mafia (en su mayoría), pero si el Presidente en realidad tiene voluntad y deseo, es algo que podrá sortear.

Si el Presidente se decide enfrentar a un sistema que con sofisticados mecanismos, como los fideicomisos por citar uno de miles, ha sido ideado para evitar la fiscalización, para alentar la corrupción y para asegurar que unos muchos se harten de recursos, mientras muchos otros solo se alimenten de la desesperanza, eso lo marcará como un estadista cuyo legado perdurará en la eternidad.

Es de reconocer que dentro del mismo Ejecutivo existe el primer círculo de oposición, porque el que dio dinero en campaña no lo hizo para que las cosas ahora sí se arreglaran, pero del Presidente y de la Vicepresidenta depende marcar la pauta de un cambio estructural, que nos permita soñar con fundamento, que una Guatemala mejor es posible.  Ya pasaron cuatro meses y el tiempo se escurre como agua entre las manos.

Si no, como he dicho en varias ocasiones, el cacareado cambio es más de lo mismo.