Justo cuando UNICEF informa de las desigualdades que afectan a los niños de Guatemala, la Cámara del Agro sale a oponerse a que se establezca un plan agrario bajo el argumento de que “nos costará mucho”, criticando cualquier iniciativa para ayudar, de alguna manera, a los que menos tienen. La crítica de que se trata de programas clientelares y costosos es la que predomina en la opinión de los empresarios agrícolas del país, los mismos que cuando baja el precio del café buscan y obtienen precios de garantía y han gestionado y logrado programas para compensar la baja de sus utilidades, para citar apenas un ejemplo.
Cualquier iniciativa para ayudar a los que más necesitan será siempre criticada por los que tienen las influencias y el poder para lograr que se les aprueben privilegios de una amplia gama. Pero en esta ocasión la coincidencia en el tiempo nos permite ver la postura de la Cámara del Agro en contraste con lo que nos da a conocer la Organización de Naciones Unidas para la infancia, UNICEF, en donde queda en evidencia que somos un país mucho más rico que Somalia, pero mantenemos a nuestra gente en condiciones que se equiparan con las que vive ese pobre país africano.
Definitivamente no tenemos conciencia de nuestra realidad y siempre se acude a planteamientos ideológicos para defender un sistema que evidentemente no está funcionando porque mantiene a demasiada gente por debajo de la línea de la pobreza y, porque no permite que puedan siquiera aspirar a una mejor condición para sus hijos, para las generaciones venideras. La mentalidad egoísta de acumular la riqueza en pocas manos es, al final de cuentas, autodestructiva porque el empresario necesita para prosperar de mercados vigorosos y pujantes que vayan creciendo para incrementar la demanda de productos. En Guatemala, como exportamos a nuestra gente para que mande remesas, pretendemos que el mercado subsista principalmente por el ritmo y pujanza de esa inyección económica que llora sangre porque es producto de otra grave injusticia. La de enviar a nuestra gente lejos de sus familias para que trabajen y manden dinero que no sólo los mantenga a ellos, sino que mantenga el mercado que internamente somos incapaces de fortalecer.
Guatemala necesita un plan agrario coherente con nuestra realidad, con esa realidad que nos acaba de estrellar en la cara UNICEF y que no podemos pasar por alto ni ignorar. Precisamente por oposiciones como esa de la Cámara del Agro, que pretende que se mantenga el estatus, que nada cambie para que no peligren sus privilegios, que no se invierta para no “dilapidar” los recursos, Guatemala presenta ese desgarrador cuadro de contrastes.
Minutero
Un país en la miseria
pero a los agricultores
les da un ataque de histeria
si de cambio oyen rumores