Antes decían que en el arca abierta hasta el justo peca y podría ser que ese sea el caso de todo el ramo de la salud pública, incluyendo desde luego las compras de medicamentos para el IGSS y las que hace el Ejército porque todas entran en el mismo procedimiento de contrato abierto. El nuevo Ministro, conocedor del campo porque fue director de los dos principales hospitales del país y luego destituido, arrancó denunciando los malos manejos y removiendo a funcionarios, especialmente por la compra de vacunas a una droguería local, a la que se hizo un pago de 25 millones sin que el producto entrara a la bodega.
Ayer nos sorprendió el presidente Otto Pérez diciendo que hay una mafia enorme en salud, pero refiriéndose al robo de medicinas en los hospitales. Dijo que si hasta se roban un niño, cómo no se van a robar unas pastillas o cualquier otro medicamento. Y decimos que nos sorprendió porque pareciera que el mandatario tiene la idea de que la corrupción en salud está en que se clavan los frasquitos de medicinas para venderlos en las farmacias, lo que por supuesto ocurre, pero que es el negocio al menudeo, en pequeña escala. Aun siendo grande ese “movimiento de las medicinas”, el trinquete es moco de pava respecto a lo que se maneja en las altas esferas con la compra de los medicamentos todos sobrevaluados.
Hasta que no se proceda contra los proveedores, sobre todo en el caso de los que recibieron millones y ni siquiera entregan producto a las bodegas del sistema de salud, no pensemos que esto se compone. Si seguimos cazando brujas registrando a los empleados de salud pública sin analizar los contratos abiertos y sin castigar a los ministros y miembros de las comisiones calificadoras que aprueban los contratos, así como a las farmacéuticas y proveedores que inflan los precios, no se sueñe con que van a cerrar el arca. Claro que en salud hay robos menudos y muchas farmacias lo agradecen porque así se surten de producto, pero es que allí todo mundo hace su cacha, no digamos los grandes cabezones.
En Guatemala el tema de la corrupción tiene que enfocarse con el criterio de que hechor y consentidor pecan por igual. No es más corrupto el ministro que se embolsa el dinero que el proveedor que infla los precios y paga mordidas. Ver a unos como pícaros y a los otros como negociantes es un absoluto cinismo y eso es algo que debemos terminar. Pero si creemos que la corrupción está en quien se roba una tira de aspirinas, entonces sí que estamos fritos y sin entender el problema.
Minutero:
Se pierde la dimensión
respecto a la corrupción
si solo vemos al ratero
y no al cabezón más matrero