Los hijos, los ladrones y los políticos


Eduardo-Blandon-Nueva

Quienes disfrutan de las mieles del poder definitivamente no tienen límite. Se desubican, viven como reyes y aprovechan su estadía como hombres poderosos como si nunca más estarán en esa posición.  El caso del Rey que se va de conga a cazar elefantes es solo el último ejemplo de gobernantes descerebrados.  Tienen razón los españoles de su indignación cuando ven a un semianciano haciendo el ridículo, gastando el dinero a manos llenas de las arcas del Estado.

Eduardo Blandón


Pero el caso del Rey Don Juan Carlos es solo uno de los últimos ejemplos de la vida desenfrenada de los gobernantes (y exgobernantes). El despilfarro es planetario. En la edición de hoy de El País se dice, por ejemplo, que el presidente saliente de Francia, Nicolas Sarkozy, disfrutará de una pensión dorada cuando abandone sus funciones de jefe de Estado.  El periódico indica que no sólo aumentó su fortuna personal, siendo cabeza de gobierno, en un 30% (de 2,1 a 2,7 millones de euros), sino que el Estado tendrá que darle vitaliciamente como jubilación 6 mil euros al mes.  Además de lo que ganará al ser parte del Consejo Constitucional -como expresidente-: 11 mil 500 euros. Una bicoca.

    Los funcionarios, uno puede deducirlo, realizan sus sueños cuando alcanzan el poder y casi no hay excepciones cuando se hace una mínima inspección.  En nuestro suelo patrio los ejemplos abundan últimamente. Tenemos a una Roxana Baldetti quien, según los diarios del país, gastó durante el primer trimestre Q6 mil 059.10 en licores y chocolates, Q5 mil 686 en obsequios de la perfumería Fetiche y Q3 mil 487.23 en collares  y abrecartas, de acuerdo con registros de los fondos rotativos aprobados al 30 de marzo. También se registran otras compras que suman en total Q19 mil 955.53.

    Es cierto, los diarios reportaron que la Vicepresidenta devolvió mucho de ese dinero, pero también hay que reconocer que se hizo a propósito de la revelación periodística.  Hay más casos de la ambición infinita de nuestros políticos. Hoy, por ejemplo, las noticias reportan las triquiñuelas de algunos funcionarios de gobierno que no pueden desembarazarse de sus propias empresas y aprovechan su posición de poder para hacer negocios a costillas del Estado. Los nombres de quienes ahora son cuestionados están en la prensa: el diputado patriota Edgar Cristiani; el subsecretario de Asuntos Administrativos y de Seguridad, Miguel Ángel Martínez Solís; y el secretario privado de la Vicepresidencia (otra vez, cerca de Baldetti), Juan Carlos Monzón Rojas.

    O sea, pues, que la vocación que tienen muchos de nuestros políticos no es la de servidores públicos, sino la de delincuentes comunes. Pero hay más (porque hay que reconocer que donde se posen nuestros ojitos encontraremos alimañas), el sistema de salud guatemalteco está carcomido de polillas que desaparecen el dinero de manera ordinaria y vulgar.  Así lo reconoce el actual ministro de Salud Pública, Jorge Villavicencio, quien ha dicho que despedirá a todas las autoridades anteriores porque son pícaros de antología y no los quiere cerca.

Terminemos la nota con una anécdota.  En cierta ocasión un político norteamericano, Dick Armey, explicó que existían tres tipos de personas que se quedan con el dinero ajeno: los hijos, los ladrones y los políticos.  ¿Usted distingue a los dos últimos? Para mí casi son una e igual cosa, pero no es el prejuicio quien me gobierna, sino la tenacidad de los políticos por materializar la equivalencia de conceptos.  En esto han sido eficaces, estoy persuadido de ello.