Usted, la mayoría de población y yo, estamos a punto de estallar, pero en el estado de ánimo. Algo más entraña un suceso hoy en día tan frecuente, en medio de problemática tras problemática, cuyo significado orilla a delitos penados por las leyes. Sin embargo, constituyen una recurrencia tildada de cuanto tenemos dentro, deseosos de exteriorizar.
A duras penas la pasamos en condición invariable de sobrevivencia, elevada a extremos inauditos, empero, constituyen la auténtica realidad nacional. Cuando sentimos con mínima autoestima un alivio liviano, como ligera esperanza, despertamos pronto bajo la sensación de solamente ser mero sueño efímero. Y otra vez en lo mismo de siempre, pese a anuncios de cambios.
El encabezamiento del presente artículo da la impresión volátil de ser algo ajeno al mundo guatemalteco, agobiado de penalidades sin cuento. No es la porfía por ganas de molestar a quienes ocupan puestos importantes en las alturas gubernamentales. Es simplemente el clamor colectivo, urgido de soluciones inmediatas, dignas de medidas de buena administración.
Para qué subrayar tal circunstancia adversa, apoderada en la totalidad de enormes sectores de connacionales si la respuesta ocupa sitio demasiado lejano. Valdría la pena surja sin dilación la deseable coordinación de entidades a quienes compete entrarle de lleno al aferrado asunto, por ejemplo, eliminar la tendencia de únicamente informar los precios actuales.
No representa bajarnos las estrellas, a modo de aliciente. Simple viene a ser que la Diaco, además de proporcionar en balde el listado de mérito concerniente a la Canasta Básica, manifieste públicamente las acciones a iniciar en el sentido de mejorar la vida a millares de guatemaltecos que apenas logran adquirir lo indispensable, al menos alguna vez.
El colectivo reacciona con el hígado con justa razón también en el instante que el ministerio de Energía y Minas, tipo disco rayado suministra por los medios los precios de combustibles y energía eléctrica, a nivel internacional. Esto lo sabemos, inclusive la niñez ahora por demás despiertos debido al ambiente circundante y todo aquello que percibe.
Es necesario en tal caso alineado al tren cotidiano, a velocidad extrema, dar a conocer en cambio qué hace por intervenir tocante a impedir la sobrevaloración llevada a cabo por las distribuidoras y gasolinerías a quienes es evidente se les pasa la mano en su favor nada más. Elevan los precios de inmediato, en tanto para bajarlos tardan lo más que pueden.
Actualmente la odiosa OPEP nos mantiene del cogote, visto, está sin parpadeos ni entretenciones. El petróleo, nadie lo niega, constituye el mayor; poder mundial, gracias al superbeneficio que les brinda una riqueza incomparable. Ejercen, reitero, el control del planeta Tierra, merced a tal producto en su territorio y mares que los bañan también de oro.
Para citar casos y cosas ocuparíamos una lista sorprendente e inacabable. Aquellos que tienen en sus manos llevar a feliz término la atención debida en favor de los gobernados de día en día desesperados por la carestía y escasez sin comparación. En el cargo se olvidan de a quién hacerle menos complicada la existencia color de hormiga en grado superlativo.
Entendemos que ahora solicitar el control de precios, significa tanto como tocarle los genitales al león. Una lluvia similar a las recientes originadas por fenómenos naturales que ocasionaron destrozos vendría a ser igual asunto peliagudo representaría abogar por el control de calidad. Hay muchas cuestionas de por medio, verbigracia intereses enormes.
En resumen, en cualquier condición de la cúpula gubernamental sea como sea, quienes siempre somos los paganos somos los de abajo. Nos llueve parejo, imposible abrigar ilusiones y esperanzas, de consiguiente el alivio siquiera lo vemos muy distante, mayormente la debida solución continúa en los cuernos de la Luna. A entrarle con ganas es la petición.