Nunca el concepto de “Remesas Condicionadas” estuvo mejor utilizado que ahora con el reinicio del programa para asistir a familias en condiciones de pobreza en el país, pero el condicionamiento no es para las familias que se benefician con la asignación de 300 quetzales, sino para el Gobierno que tiene que demostrar transparencia absoluta y honestidad en el manejo del programa y evitar la manipulación clientelar del mismo.
Cuando en el Gobierno anterior se anunció el programa de Cohesión Social, La Hora aplaudió la inversión en nuestra gente más pobre, aun reconociendo que el ideal sería que eventualmente las remesas condicionadas se convirtieran en inyección para apoyar financieramente la capacidad productiva de las familias. Pero dadas las condiciones, dada la miseria existente y la necesidad de usar a los hijos como suplemento de mano de obra para mejorar el ingreso familiar, entendíamos que ese paso es necesario en el país y lo apoyamos.
Sin embargo, desde el principio pedimos cuentas claras y que no se usara con fines puramente electorales. Entendíamos que un programa bien manejado tendría efecto político y se proyectaría en beneficio del oficialismo, pero no podíamos aceptar que esa fuera la principal misión de los fondos y de las remesas, es decir, la de generar los votos para la esposa del presidente.
Dada la “abrasiva” personalidad de quien dirigió esos programas, era comprensible que estuviera totalmente decidida a usarlos en su beneficio. Y así fue, prostituyendo la ayuda a los pobres de manera deleznable.
Hoy el nuevo Gobierno arranca con un plan piloto que tiene que demostrar que se han superado todos los vicios que hicieron odiosos esos programas porque no se usaron para combatir la pobreza sino para promover una campaña. Además tienen que actuar de manera que no quede la menor duda sobre el manejo de los fondos y su intención de beneficiar a las familias.
Eventualmente pensamos que el Gobierno tendrá que hacer un diseño novedoso y más efectivo de su inversión social, y para ello será indispensable que el dinero se destine a promover la productividad de nuestra gente para que no tenga que depender para siempre de ayudas que se les dan a cambio de enviar a sus hijos a la escuela. Se debe proponer, pensamos nosotros, el trabajo cooperativo y mejorar sensiblemente el nivel de vida de nuestras poblaciones con ayuda a las familias para que se integren a la producción generadora de riqueza y de bienestar.
Entendemos y reconocemos que es todo un proceso y que lo primero es ayudar a la gente a enviar a sus hijos a la escuela, pero el objetivo final es el de hacer a las familias capaces de generar su bienestar.
Minutero:
Hay que revisar el proceso
y evitar el clientelismo
para no caer en lo mismo
y seguir de retroceso