Rincón LITERARIO



Historias de fantasmas

Mario Benedetti

Los dos fantasmas, uno azul y otro blanco, se encontraron frente a la caverna consabida. Se saludaron en silencio y avanzaron un buen trecho, sin pisarse las sábanas, cada uno sumido en sus cavilaciones. Era una noche neblinosa, no se distinguí­an árboles y muros, pero allá arriba, muy arriba estaba la luna.

?Es curioso? dijo de pronto el fantasma blanco?, es curioso cómo el cuerpo ya no se acuerda de uno. Por suerte, porque cuando uno se acordaba era para que sufriésemos.

?¿Sufriste mucho? ?preguntó el fantasma azul.

?Bastante. Hasta que lo perdí­ de vista, mi cuerpo tení­a quemaduras de cigarrillos en la espalda, le faltaban tres dientes que le habí­an sido arrancados sin anestesia, no se habí­an olvidado cuando le metí­an la cabeza en una pileta de orina y excremento, y sobre todo se miraba de vez en cuando sus testí­culos.

?Oh ?fue la única sí­laba que pronunció o pensó o suspiró el fantasma azul.

?¿Y vos? ? preguntó a su vez el otro?.¿También tu cuerpo te transmití­a sufrimientos?

?No tanto mi cuerpo sino el de los otros.

?¿De otros? ¿Acaso eras médico?

?No precisamente. Yo era el verdugo.

El fantasma blanco recordó que allá arriba, muy arriba, allá estaba la luna. La miró sólo porque tení­a necesidad de encandilarse. Pero la luna no es el sol.

Con una punta de su sábana impoluta se limpió la brizna de odio. Luego se alejó, flotando, blanquí­simo en la niebla protectora, en busca de algún dios o de la nada.