El Hacedor de Lluvia


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En tierra Tz’utujiil Ruwachulew vivían seis hermanos con su mamá. Su papá murió por una tormenta. Cinco de ellos cultivan la milpa. Nab’ey el mayor era perezoso y construyó una cabaña lejos de su casa. Chep –el hermano más joven le preguntó: ¿por qué te alejas de nosotros? Él no habló.

Cuento de Tradición Oral del Pueblo Tz’utuhil*
Colaboraciones

La milpa crece en el invierno y mientras los hermanos limpiaban la tierra, Nab’ey descansaba. no comía con ellos, pero engordaba. Chep dijo a sus hermanos: cuando fui a juntar leña, lo vi comiendo bananos. Lo buscaron y no estaba, había solo cáscaras de frutas. Chep dijo: tenemos que averiguar de dónde consigue toda esa fruta.

Las lluvias tenían varios nombres: la más fuerte era xokomil jab’, Lluvia Aguacero Fuerte, esta era buena para el campo, pero si caía fuerte arruinaba la milpa. Los hermanos no olvidan la muerte de su papá. Chep se asustaba al caer xokomil jab’, pero admiraba su fuerza. Al regresar Nab’ey los invitó a su casa, vieron mucha fruta y dijo: tomen toda la fruta que quieran. Ellos la tomaron y al agradecerle, Nab’ey, ya no estaba.

Al día siguiente, Nab’ey ayudó a trabajar, pero al terminar desapareció. Chep dijo: lo seguiré y veré a dónde va y qué hace. Corrió para alcanzarlo, pero encontró jaguares, monos y otros animales. Tropezó y cayó en un abismo. Al abrir sus ojos, estaba en una cueva con personas vestidas con túnicas y capas de colores y del suelo salían estalagmitas. Estaba adolorido y al sentirse preso, su corazón se paralizó.

Vio a un rey sentado en una estalagmita rodeado de personas con capas y usaban plumas y adornos de jade, les pidió que se retiraran a los cuatro puntos cardinales, entre ellos Nab’ey, vestía túnica y capa amarilla. Le besaron la mano y salieron. Dos guardias lo tomaron y llevaron por un túnel lleno de estalagmitas, allí colgaban túnicas y capas y lo ataron. El viento fuerte movía las túnicas y emitían sonidos: Yooo, yoooo, soy la que debes ponerte.

Otra decía: soy prenda de lluvia de la tarde ponme a mí, provoco Lluvia de Montaña. Estaba asustado, cerró los ojos y sintió que las capas se movían, una negra le cubrió y dijo: ¡Ponme a mí! Soy tempestad, la más fuerte. Vístete de mí y el cielo será tuyo. Al no librarse le respondió: Si, te pondré. Hazme parte del cielo, lo envolvió; y en el momento sintió una gran fuerza, al extender sus brazos salían chispas de luz de los dedos de sus manos y pies. Haló aire y mientras exhalaba, oyó su voz. No podía creer lo que sintió, Flotó en el aire y como pájaro salió libre.

Al volar, vio otros con capas que de sus túnicas caían cortinas de lluvia. Vio su capa y era una nube negra y lanzaba rayos de sus brazos, lluvias fuertes caían de su cuerpo vio crecer arroyos y ríos. Recordó las historias que contaban los abuelos de los Hacedores de Lluvia.

En la cueva, los Hacedores de Lluvia se presentaban ante el Gran Señor que exigía saber quién causaba la tormenta y ordenó buscarlo. Subieron al cielo y detuvieron la nube negra y lo empujaron a la cueva ante el Gran Señor, este dijo: ¿Quién osa vestir Tempestad sin mi permiso? ¿Quién eres? ¡Quítate la ropa! Temblando de frío. Chep iba a responder, cuando Nab’ey apareció y dijo: Gran Señor, la persona que está ante usted es mi hermano menor. Él pregunto: ¿Cómo vino a mis dominios, lo has traído? Le respondió: no, Señor, no lo hice, mi hermano me siguió. Con valor, Chep contó la actitud de su hermano, por eso lo siguió. El Señor le dijo a Chep: no has usado correctamente tu conocimiento y poder. En vez de llevar a los campos lo necesario, te has vuelto perezoso y te dedicas a comer, por eso tu familia se ha preocupado.

Se volvió hacia Chep y dijo: Tu hermano me ha fallado hiciste mal en venir, pero lo hiciste por él, ahora lo sustituirás como Hacedor de Lluvia, aprenderás a volar, hacer llovizna y nube, para que crezcan las plantas y bañe la tierra.

Chep se convirtió en Hacedor de Lluvia, aprendió a hacer las muchas formas de lluvia que regaba la tierra. A veces pedía permiso al Gran Señor para usar a Tempestad, lanzar rayos y truenos, que iluminen la tierra.

* Cuento enviado por la Ministra de Educación, Cynthia del Águila, para celebrar el Día Mundial del Libro.