El Gran Premio de Bahrein regresa esta semana a un país en conflicto, donde el intento del bicampeón mundial Sebastian Vettel por ganar su primera carrera del año posiblemente pasará a un segundo plano ante las manifestaciones antigubernamentales y una seguridad agobiante.
La decisión de realizar la carrera del domingo, cancelada el año pasado debido a las protestas antigubernamentales que han dejado casi 50 muertos, fue tomada la semana pasada después que el jefe de la F1, Bernie Ecclestone, declaró que el reino del Golfo Pérsico es seguro.
Ecclestone alega que los 12 equipos le dijeron que están contentos por viajar a la isla, a pesar de los enfrentamientos casi a diario entre las fuerzas de seguridad y los manifestantes.
Miles de manifestantes que exigían más derechos para la mayoría chiíta entonaron el martes cánticos en contra de los líderes suníes y pidieron la liberación de prisioneros políticos, incluyendo Mushaina al-Khawaja, quien lleva más de dos meses en huelga de hambre.
La Coalición de la Juventud de la Revolución del 14 de Febrero, y otros grupos defensores de los derechos humanos, han dicho que las manifestaciones continuarán durante el fin de semana. Alegan que la carrera debe ser pospuesta hasta que el gobierno ponga fin a sus abusos de los derechos humanos, implante reformas y comience un diálogo con la oposición.
«El régimen fue aislado debido a los crímenes que cometió, y el Gran Premio de Bahrein le está dando una salida al gobierno, especialmente a la familia real», dijo Nabeel Rajab, presidente del Centro para los Derechos Humanos en Bahrein. «Este régimen tiene que ser castigado por los crímenes que ha cometido en el último año y medio».
Para los líderes suníes de Bahrein, la carrera es una especie de salvavidas económico.
El GP de Bahrein es la competencia deportiva más importante del país, que atrae una audiencia de televisión de unas 100 millones de personas en 187 países. En 2010 aportó 500 millones de dólares a la economía y 100.000 visitantes, según la firma de análisis Maplecroft. Ese ingreso es necesario en un país cuya economía se contraje en 50% el año pasado debido a la violencia, indicó Maplecroft.
Los organizadores han insistido que la carrera será segura y que se han exagerado los problemas de seguridad. Han acusado a grupos extremistas de utilizar «tácticas de miedo» para poner en duda la carrera.
En vez de provocar más divisiones, los organizadores aseguran que la carrera puede un ir al país, y en semanas recientes han realizado varias actividades para promover el Gran Premio.
«Esta carrera es más que un simple evento deportivo mundial, y no debe mezclarse con la política para lograr ciertas metas, lo que puede ser perjudicial para esta reunión internacional», dijo el príncipe Salman bin Hamad Al Khalifa mientras recorría el martes el Circuito Internacional de Bahrein.
El príncipe es dueño de los derechos de la carrera y además es el comandante de las fuerzas armadas del país.
Los manifestantes alegan que la decisión de la F1 de regresar a Bahrein le otorga prestigio internacional a la monarquía y a su represión, que según activistas incluye numerosos arrestos en la última semana.
En el ámbito deportivo, la carrera pinta para cualquiera, con al menos media docena de pilotos con posibilidades reales de ganar. Tres pilotos distintos han ganado las tres primeras carreras de la temporada.
Lewis Hamilton (McLaren), quien ha terminado tercero en las tres carreras, encabeza el campeonato con 45 puntos, dos más que su compañero Jenson Button que ganó el GP de Australia y terminó segundo en China. Fernando Alonso (Ferrari), ganador del GP de Malasia, está tercero con 37, seguido por los compañeros de Red Bull, Mark Webber (36) y Vettel (28).
Vettel ha tenido un difícil comienzo de temporada, a diferencia de 2011 cuando dominó de principio a fin. Su único podio fue un segundo puesto en Australia, mientras que en China cruzó la meta quinto y en Malasia ni siquiera sumó puntos.
Vettel admite que su vehículo no se desempeña como lo hizo el año pasado, aunque el alemán aseguró que la temporada no está perdida.
«Esta pista exige mucho de los pilotos, porque la característica cambiante de las curvas significa que nunca te acostumbras a una vuelta», señaló Vettel. «Además, la pista está en el medio del desierto, así que hay que lidiar con la arena. Se mueve con el viento, así que puede aparecer en partes distintas de la pista… así que nunca sabes dónde va a estar resbalosa».