Exigen su renuncia


Crí­ticas. Foto de archivo de la guerra con Lí­bano, tema clave para las crí­ticas contra Olmert.

El primer ministro israelí­ Ehud Olmert ha logrado, por ahora, controlar la revuelta en el seno de su partido, pero otra batalla tiene lugar en las calles de Tel Aviv, donde se aguarda que decenas de miles de israelí­es exijan su renuncia hoy en el transcurso de la noche.


La protesta fue convocada por reservistas del ejército, familiares de los soldados fallecidos durante la guerra de 2006 contra la micilia chií­ta libanesa Hezbolá, estudiantes, el «movimiento por la buena gobernabilidad» y artistas, entre otros.

Bajo la consigna «El paí­s se merece algo mejor», utilizado también como refrán de una canción compuesta especialmente para la ocasión, la manifestación representa «una oportunidad para que el pueblo saque tarjeta roja para decir a Ehud Olmert y a Amir Peretz (ministro de Defensa) que se vayan de la cancha», explicó Uzi Dayan, uno de los organizadores, a la radio del ejército.

«Hay momentos en la historia cuando el pueblo debe decir: ¡Ya basta!, agregó este general de reserva.

A pesar de la extrema severidad del informe publicado el lunes pasado por la comisión que investiga los errores de la guerra contra el Hezbolá en Lí­bano y las presiones que enfrentan para dimitir, Olmert y Peretz se aferran a sus puestos.

El jefe de la oposición de derecha, Benjamin Netanyahu, también pidió públicamente el jueves, por primera vez, la renuncia de Olmert y la convocatoria a elecciones anticipadas, en las cuales serí­a el gran favorito.

Olmert pasó a la contraofensiva el miércoles de noche y logró controlar la revuelta en el seno de su partido Kadima (centro), tras lo cual la ministra de Relaciones Exteriores, Tzipi Livni, que le habí­a aconsejado públicamente renunciar para arrebatarle el puesto, quedó aislada.

Sólo dos diputados de Kadima de un total de 29 apoyaron el llamado de Livni. El resto de parlamentarios y ministros formaron filas detrás de Ehud Olmert.

Según la mayorí­a de los analistas, la segunda batalla del primer ministro tendrá lugar ahora en la calle.

Los dos diarios israelí­es más vendidos, el Yediot Aharonot y el Maariv, eligieron el mismo tí­tulo para su portada de este jueves: «El test de la plaza», en alusión a la plaza Yitzhak Rabin en el centro de Tel Aviv, lugar tradicional de grandes manifestaciones.

Deseosos de convocar a la mayor cantidad de gente posible, los organizadores se negaron a invitar a dirigentes de partidos polí­ticos a que hagan uso de la palabra.

Esperan una concurrencia de decenas de miles de personas. Según los sondeos, más de dos tercios de los israelí­es piensan que Olmert y Peretz deberí­an dimitir.

Poco después del fin de la guerra en Lí­bano, las mismas organizaciones habí­an convocado una protesta en Tel Aviv pero no lograron desencadenar una corriente lo bastante fuerte como para forzar la renuncia de Olmert y Peretz.

Tal Silberstein, el asesor de estrategia del primer ministro, advirtió no obstante que «sea cual sea la amplitud» de la manifestación, «no obligará a Ehud Olmert a abandonar sus tareas».

«El primer ministro no puede actuar en función de los sondeos o de manifestaciones. En una democracia, la decisión corresponde al Parlamento electo», subrayó.

El primer debate sobre el informe de la comisión de investigación tendrá lugar en la Knesset (Parlamento israelí­) este jueves de tarde. Olmert tiene previsto estar presente en la reunión, aunque sin tomar la palabra, dijeron fuentes parlamentarias.

Análisis

La guerra de Israel contra el Hezbolá, en Lí­bano, a mediados de 2006, dejó en evidencia las graves fallas del paí­s, de su ejército y de su gobierno.

Los fracasos se manifestaron muy pronto durante la guerra que duró del 12 de julio al 14 de agosto de 2006 y deberí­an ser presentados en detalle en el informe final de una comisión gubernamental que será publicado en julio próximo.

Desde ya, el informe previo de esta comisión da cuenta «graves fracasos» de los responsables polí­ticos y militares en los primeros cinco dí­as de la guerra.

En 34 dí­as de combate murieron 121 militares y 41 civiles israelí­es, mientras que unos 4.000 cohetes cayeron en Israel, un promedio de 200 diarios.

La ofensiva comenzó después de una escaramuza en la frontera en la que el Hezbolá mató a ocho soldados y capturó a dos, que hasta ahora siguen prisioneros.

En ví­speras del fin de la guerra, el gobierno autorizó una operación militar masiva «para ganar puntos en el terreno diplomático», que se saldó con grandes pérdidas y una ventaja mí­nima en el terreno.

Los testimonios, sobre todo de los reservistas, dando cuenta de la desorganización, de la falta de plan de ofensiva y de órdenes contradictorias de la jerarquí­a, aparecieron profusamente en la prensa durante los combates.

Hasta el último dí­a de la guerra, el Hezbolá mantuvo intacta su capacidad de disparar cohetes contra el norte de Israel, a pesar de que el objetivo anunciado por el ejército era la destrucción del aparato militar de la organización chiita.

Otra sorpresa para los militares israelí­es fue la utilización por el Hezbolá de misiles antitanques que dieron buena cuenta de los blindados israelí­es más modernos.

Según el diario Yediot Aharonot, «la falta de preparación de Tsahal contra estos misiles antitanques es uno de los más graves errores de esta guerra».

Asimismo, otra falla increible quedó de manifiesto cuando una corbeta de la marina israelí­ recibió de lleno un misil iraní­ disparado por el Hezbolá.

Cuando los israelí­es descubrieron una sofisticada red de fortines subterráneos construí­dos por el Hezbola a sólo unos metros de la frontera, pudieron comprobar que la inteligencia militar tampoco habí­a cumplido su misión.

Por otra parte, la aviación israelí­ no tení­a bombas «inteligentes» en sus ataques en Lí­bano, según una investigación de la fuerza aérea.

La falta de experiencia militar del primer ministro Ehud Olmert y del ministro de Defensa Amir Peretz fueron determinantes en los fracasos señalados. Los dos han tratado de explicar que la falta es de sus predecesores que dejaron que el Hezbolá desplegara sus fuerzas en la frontera y ahora se niegan a dimitir.

La ofensiva israelí­ en Lí­bano dejó unos 1.200 muertos, en su gran mayorí­a civiles, y destruyó buena parte de la infraestructura del paí­s.